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Una eternidad y un poco más…

Hola, amor eterno

Ha terminado un día más, mi lugar seguro siempre has sido tú y como todas las noches estoy de vuelta para escribirte y sé que donde sea que estés habrás recibido mi carta y con eso es suficiente.

Por la mañana nos visitó Caro y su marido junto con nuestra pequeña nieta, que cada vez está más grande y es maravilloso poder tener la oportunidad de conocerla, se parece a su madre, pero la supera en belleza.

Tuvimos una comida muy amena, obviamente no cociné yo, nunca fue lo mío y sabes que lo intenté en reiteradas ocasiones. Charlamos sobre algunos ayeres, recordando lindos momentos y pequeños pasajes de nuestras largas vidas.

Nunca olvidaría el rostro de nuestros hijos al terminar de leer “Los ojos de mi princesa”, sus miradas tristes me causaron melancolía, una vez yo desee un José Carlos y vaya, me terminé casando con uno.

Alejandro me llamó poco después de que nuestra pequeña se fuera, siempre lo hace desde que me quedó sola en casa, pero realmente no lo estoy, tengo tus plantitas y muchos libros. Supongo que se preocupa porque algo me pase, pero esa ya no es una angustia para mí.

Me gustaría que estuvieras aquí para poder contemplar las estrellas juntos, era algo que nos encantaba hacer, la luna está perfecta, como cada oscurecer.

Una vez me preguntaste si existía un paraíso, no lo sabía y ahora tampoco lo sé, pero recuerdo haberte dicho que me esforzaría día con día para que al final de mi camino pudiera recordar esos momentos buenos o malos y quedar satisfecha de lo que fue mi vida.

Hoy puedo voltear a mi pasado y decirte que así fue, disfrute cada respiro y cada momento que el tiempo ya se ha llevado pero mis recuerdos no, tuve días malos por supuesto y también me alegro por ello, mi vida fue una mezcla de experiencias compuestas mayormente por momentos felices, momentos de los que tu fuiste participe y que agradezco tanto, tenía  miedo de que mis días se agotaran y qué mi paso por esta vida hubiera sido en vano pero no fue así; trate de ser una buena hija, esposa y sobre todo madre. Les dimos una buena crianza a nuestros hijos, no repetimos patrones, crecieron y se hicieron profesionista. Lo más importante es que son personas muy buenas, supieron escoger buenos caminos, ambos encontraron al amor de su vida con la que formaron una familia.

Pero aún tengo una promesa que ya no pude continuar aquí: El estar contigo una eternidad.

Nos separó algo tan complicado como lo es la muerte, ahora sabes que hay más allá; un paraíso, una reencarnación o simplemente nada, en cualquier caso, sé que estas esperándome. Sí después no hay nada sabré que tu me amaste y yo te amé hasta tu último suspiro, que compartimos una vida hermosa y que todo valió la pena.

Te extraño.

 

 

Esa noche, ella llegó a casa y termino de leer el último libro que tenía pendiente, después de el ya no había ningún otro planeado. Tomó un té y se fue a descansar, agradeció a Dios por un día mas de vida y por todas las bendiciones que a lo largo de sus 86 años él le concedió.

Lo presentía desde hace unos días, por eso mismo se despidió horas antes de sus hijos, les pidió perdón pese a que ellos pensaron que solo estaba exagerando. Pero el ciclo de la vida no se detiene y tiene un único fin.

Esa noche cerró los ojos, buscando un descanso y al encontrarlo su corazón se detuvo, su tiempo se había terminado, al menos en este lugar y por fin averiguaría que hay más allá, y aún más importante, podría seguir la promesa que un día le hizo a su ser amado, después de todo estarían juntos una eternidad y un poco más…

Una eternidad y un poco más…

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