Día de campamento. Cerca de la hoguera tiendo una frazada sobre el césped. Cuando me siento deslumbro a Martin avecinarse. Él sonríe. Es un joven de tez clara, estatura alta, con ojos en forma de almendra, lleva consigo unas lindas gafas azules, es muy simpático, y risueño. Nada lampiño por cierto, pues le crece una barba desaliñada al estilo nazareno. Toma asiento, y me sirve un vaso de coctel. Lo saboreo, y hago un gesto de rechazo. ¡Qué fuerte!
Mientras bebo a pequeños sorbos, converso con él sobre temas cotidianos de la vida como la universidad, el trabajo, y los anhelos. Luego ambos entonamos canciones de rock, y sin percatarnos nuestros cuerpos estaban cada vez más cerca. Este cielo negro muestra majestuosos paisajes cargados de colinas llenos de trigales, alumbradas por resplandecientes estrellas acompañadas de una radiante, blanca, y redonda luna. Esta escena es muy parecida al cuadro “La noche estrellada” pintada por el artista Vincent Van Gogh. Sin duda aquella similitud revelo el inicio de un anochecer mágico, y así en medio de esta esplendorosa vista nuestros labios se encontraron allí frente a frente. Me siento extasiada a tal punto de sufrir una sobredosis, pues mi corazón no deja de latir, concibo las famosas mariposas en el estómago, y con ese sinfín de emociones dejo que nuestros labios se acerquen suavemente, y juntos sellamos el momento con un tierno beso.
Mila Guerra
En el vivo vimos la diferencia entre narración y descripción. Cuidado con los tiempos verbales.