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RETO 7: Corazón silencioso

El viento llegaba frío desde la ventana abierta del salón de clases. Empecé a temblar… por el frío, por supuesto. Mantuve mis manos abrazándose entre sí, regalándose cariñosamente calor, pero el sudor parecía brotar de hielo.

Podría simplemente no decir nada, como él espera de mí. Podría simplemente pedir permiso para el baño, salir del salón, bajar las escaleras, tomar un carro y huir a casa, también… Los chicos de la banda probablemente se molesten conmigo, pero de todos modos el piano no se escucha cuando yo lo toco, así que él podría tocar la guitarra y hacer las melodías suficientes como para no necesitar una tecladista… ÉL… Es capaz de hacerlo todo, entonces ¿por qué…?

Me muevo en mi silla con inquietud. La maestra continúa con su lección, lleva un vestido de cuadros blancos y negros sobre el cual fácilmente se podría jugar ajedrez. Los chicos la oyen, probablemente le estén poniendo atención, mas a mí sus palabras me suenan como escuchadas bajo el agua. Mi atención está enfocada en evitar hacer algo estúpido, en lo mucho que me cuesta no hacer lo que quiero hacer.

No debería ser así, yo nunca me he planteado hacer eso antes. Siempre pensé en que, si alguien debía de declararse no iba a ser yo. ¿Entonces por qué estoy reconsiderando hacerlo? ¿Desde cuándo cuestiono mis creencias? Cuando mis amigas supieron que me mudaría hacia otra provincia apenas preguntaron acerca de dónde viviría o a qué universidad postularía, ellas solo dijeron “¿te vas a ir? ¿Entonces qué esperas para declarártele?”. Me burlé de ellas, ignoré sus palabras ¿por qué habría de declararme YO? Soy una chica, él debe venir por mí. Sé que no me es indiferente, así que ¿por qué no dar el primer paso él? ¿Por qué yo? Soy una doncella, quiero que él me exprese sus sentimientos y los acompañe con flores. Tampoco estarían mal unas cuantas canciones. Entonces, ¿por qué…?

Los chicos sentados frente a mí giran sus asientos y al poco rato se han formado tres óvalos de personas en el salón. Al parecer, la maestra terminó su lección y ordenó formar grupos de exposición. Vuelvo a pisar tierra y trato de concentrarme en la nueva tarea. Agarro la hoja de información y empiezo a leer pero me es quitada de las manos por alguien con un olor muy familiar. El corazón me da un brinco y me giro a verlo. Él, el chico que podría reemplazarme musicalmente, se sienta a mi lado con una sonrisa y me explica que habían demasiados integrantes en su grupo así que tuvo que salir de allí.

El sudor helado vuelve a recorrer mis manos. Me quedo sin habla, él no dice nada más y empieza a leer el contenido de la hoja. Me doy cuenta que es una situación muy oportuna, que no tendré otro momento como este en toda la noche para poder hablar a solas con él. Trago saliva, mis manos buscan desesperadamente mi celular. Voy a mi galería de fotos buscando memes, pero termino topándome con unas fotos que tomé en año nuevo. Mi cerebro automáticamente se enfoca en una foto donde hay un chico sentado en una silla, con la guitarra sobre las piernas y la cabeza recostada sobre la pared. Estaba durmiendo…

Sin pensarlo mucho, me armo de valor y le muestro la foto. Él se gira un tanto sorprendido y sonríe, parece divertirle el hecho de que le haya tomado una foto desprevenido y empieza a tratar de recordar qué día podría haber sido. Su rostro levemente ruborizado se ha acercado al mío para ver la imagen en mi celular. Se ve feliz… entonces, ¿debería…? Empiezo a mostrarle más fotos, alternando las de él con fotos de otros chicos de la banda, para que no piense que soy una lunática acosadora obsesionada con él. ¿De qué me sirve declararle mis sentimientos si igual me voy a mudar a un lugar demasiado lejos de él? Le muestro una foto donde hasta puedo verle el lunar pequeño de su nariz, él me da una risa nerviosa, en esa foto sale horrible. ¿Será que él ha querido decirme sus sentimientos antes pero confundió mi timidez con falta de interés y decidió no decírmelo? Él empieza a alejar su rostro del mío, lentamente. Él ha querido hablar a solas conmigo en varias ocasiones, pero huí ¿fue lo correcto? ¿Me equivoqué…?

Su rostro gira enfocándome en su campo de visión por completo. Sus ojos se posan sobre los míos, dos eclipses de sol. Creo que en algún momento perdí el derecho a exigir una confesión de amor por parte de él, el chico que está frente a mí en el pasado ya ha dado mucho de sí. Él ha visto mis miles huidas y aún así reunió el valor para volver a pedirme un momento a solas, esperando, en todas aquellas veces, que yo aceptara ir con él. Sus ojos me lo dicen, él me está leyendo y me está hablando al mismo tiempo. Él nunca creyó que fuera posible, pero aún así lo intentó. Entonces, ¿qué significa esto para mí?

Recuerdo cómo huí para evitar responder a sus evidentes sentimientos. Recuerdo que también intentó dejarme, se cansó de intentarlo y se alejó ¿por qué lo traje de vuelta a mí? Le demostré que me gustaba con mensajes invisibles que solo una persona enamorada puede leer, atrapé sus miradas pintando nuestros momentos como una obra de arte, canté canciones a todo pulmón, toqué el piano interpretando, en cada nota, mi amor por él… ¿Para qué lo hice? Sus ojos me exigen una explicación. Yo… Todo este tiempo te he querido, pero ¿te dejé quererme? Me gusta escribir y escribí de ti, para ti y por ti, ¡miles de veces…! pero ¿acaso te dejé leerme?

Busco en su mirada las respuestas a una simple pregunta: si yo te lo dijera, ¿sería posible…? Quiero saber si es posible.

Un brillo de dolor se asoma por su rostro, sus labios se permiten temblar por un segundo. Permanece quieto, mirándome solo a mí, por unos segundos más. Aún sin él decirlo, recibo el mensaje “No lo hagas…”.

Nuestros rostros giran y se desconectan. Mis dedos bailan nerviosamente sobre la pantalla de mi celular de nuevo. Cuando terminamos la tarea y todos vuelven a sus lugares originales, dejo de resistirme y tomo mi celular entre mis manos. Y escribo con palabras, lo que mi corazón en esta noche, y en todas las noches que vienen, se ha privado de decir.

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