Pase casi todo el tiempo de mi vida escolar sola, aislada o rechazada, por lo que el ultimo año de prepa fue inmemorable, conocí a mis tres mejores amigas, con ellas me desatrampé, tire las reglas a la basura y por ende estudié muy poco, ¿Cómo terminé el año?, solo te puedo decirte que lo logré.
En una ocasión la escuela organizó un evento deportivo al cuál era obligatorio asistir, este se llevaría acabo una hora después de concluir las clases.
Cuatro adolescentes, una hora libre y un carro, todo podría pasar…
Compramos dos caguamas en la tienda de la esquina y nos perdimos en una calle de los alrededores. Dentro de aquel pequeño Chevy plata, con la música a todo volumen, risas contagiosas, creando complicidad y momentos únicos que viven en ti para siempre, terminamos con las dos botellas.
Al llegar al evento, caminábamos despacio tratando de no balancearnos o caernos, conteníamos las risas, y evitábamos acercarnos a la gente por que seguro apestábamos a alcohol. ¿Pero cuál fue la sorpresa?, que más de la mitad de los asistentes estaban en la misma condición que nosotras. Algunos llevaban botellas escondidas en las mochilas, otros no podían ni estar en pie, los maestros no sabían que hacer, así que optaron por fingir demencia, obvio estar ahí fue la penitencia, dos de la tarde, el rayo del sol sobre nuestras cabezas, haciendo ejercicio y sin botellas de agua a la mano. Fue suficiente para saber que no era el momento indicado para emborracharse. Pero bueno lo bailado nadie te lo quita ¿Qué no?.
Se que no es el mejor ejemplo de modales, ni una anécdota que contaré a mis hijos, al menos no ahorita que son pequeños, pero si es uno de mis más grandes recuerdos por que ahí nació una amistad que ha perdurado por mas de 17 años.