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Reto 20 Vestimenta

Tomé un vuelo que me hizo cruzar el gran charco para volver a tocar a mi Nick . Teníamos planeado vernos en junio cuando el clima es más acogedor en Toulouse pero adelanté los planes para febrero. Porque a pesar de que recién comenzaba el año, tenía miedo de que mi cuerpo decidiera no terminarlo.

Llegó mi vuelo y él estaba esperándome. Cuando me vio abrió su pequeño cartel, decía “¡My Girl!”, por la canción de The Temptations que bailamos al escucharla en la calle el día que cumplimos dos años de pareja.

Como todas las veces que nos reencontrabámos en esos años de relación a distancia: corrí a abrazarlo, él me cargó entre sus brazos y me llenó de besos. Y haciendo alarde de lo mucho que me conocía, lo primero que me preguntó fue “¿qué quieres comer primero?”. Fuimos con su auto a casi todos mis lugares preferidos de comida en su ciudad. Al llegar a su casa, él fue el primero en susurrar lo mucho que me había extrañado, lo que llevó a que esa noche no durmiéramos de tanto amor.

Pasaban mis días junto a él y yo me sentía más viva que nunca. Parecía que mi sistema inmunológico había olvidado el motivo por el que adelanté aquel viaje. No aparecía el momento adecuado para decirle la verdad, pero mi cuerpo no esperaría a hablar por mí.

Una tarde cuando salimos a correr, el aire parecía no pasar por mis pulmones. Tomé asiento en la orilla del canal de Brienne. La luz y el sonido se me apagaban por milisegundos. Cuando lo escuché querer pedir ayuda, me negué. Él insistió. Le reiteré que estaba bien, que solo necesitaba descansar un rato, y mientras lo hacía: vi los árboles, vi a gente pasar riendo, vi a niños jugar con sus padres (Nick y yo, queríamos serlo en determinado momento)… vi todo aquello de lo que ya no sería parte.

Al verlo a mi lado desorientado, saqué fuerzas para abrazarlo y me quebré en llanto. Nick secó mis lágrimas y suplicó que hablara con él.

Si fueras a morir mañana, ¿qué harías hoy? le pregunté.

Amor, ¿a qué viene esa pregunta?

Solo responde.

—Pues… Creo que iría a ver a todos los que amo para decirles lo que siento por ellos. Estar con ellos… ¿Por qué?

Porque a eso vine yo también.

Cuando profundizamos en detalles, le conté sobre mis exámenes médicos y que nada bueno venía cuando el doctor empieza con un: “Lo siento, señorita Davi, lamento informarle…”.

Nick no dejó de querer convencerme que tome algún tratamiento: que luche contra el cáncer. Le expliqué que había analizado todas mis alternativas, y ya había tomado una decisión: vivir lo que me resta.

En su furia me dijo que no sea egoísta, que considere a todos los que me amaban. No le importó la gente alrededor, arrojó su botella de agua, maldijo al cielo preguntando porqué. Lo dejé desahogarse.

Volvimos a casa en silencio. Yo tomé mi medicamento que me dejó dormida hasta el día siguiente. 

Al despertar, lo vi sentado en el sillón con miles de apuntes sobre su mesa de sala y en la laptop muchas páginas abiertas de hospitales oncológicos. Lo abracé por la espalda y dándole un beso, empecé a decirle:

¿Recuerdas la vez que fuimos a la India? ¿Las incineraciones de cuerpos a orillas del río Ganges? —me senté a su costado Creo que hoy más que nunca entiendo que nuestro cuerpo es solo una vestimenta.

No entiendo —me miró extrañado.

—Yo sé que sí… Parece ser que ya cumplí mi misión en este cuerpo. Es tiempo de cambiar. Aprender otra lección agarro su rostro, beso sus labios y sonrío—. Prometo reconocerte, sea cual sea tu “vestimenta” la próxima vez que se crucen nuestros caminos;  porque nuestra conexión es inmortal.

—¿En serio lo crees?

Quiero creerlo… —perdía la voz— Quiero que me ayudes a creerlo.

Te amo.

Me abrazó tan fuerte como si fueran a arrebatarme de su lado y derramamos más lágrimas de las que jamás habría imaginado que teníamos.

Dime que quieres que hagamos y lo haremos dijo soltándome finalmente.

Tratando aún de secar sus mejillas mojadas y él las mías, le dije:

Hagamos de estos últimos meses una vida entera.

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romina
3 años desde

Muy bien. Ahora busca conectar, no es solo decir, es hacer sentir.