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Reto 20: un ultimo latido

Por siete días viajaron en tren en la clase regional, recorriendo la sierra tarahumara, pasando por las barrancas del cobre y cañones ubicados entre Sinaloa y Chihuahua, conociendo la ingeniería antigua mexicana y sus hermosos paisajes. Fue como su segunda luna de miel, después de compartir diez años de matrimonio.

Llegaron al departamento en el que Vivian un domingo por la tarde. Agotadas del viaje dejaron las maletas en la sala y se recostaron en la recamara hasta quedar completamente dormidas. Al día siguiente la pareja de Adriana se fue a trabajar a ella a un le quedaban dos días para regresar a laboral, aprovecharía para descansar y estaba apunto de regresar a la cama cuando su teléfono vibro. Era su amigo y medico de cabecera.

—hola guapo —contesto fingiendo una voz de coqueteo —¿Cómo estas?

—hola bonita, ¿ya estas en tu casa?

—si llegamos ayer… fue grandioso, deja que te cuente los lugares que visitamos, vas a querer ir.

—la verdad… te hablo para ver —titubea —¿puedes venir al hospital?

Adriana noto una señal de alarma en su voz. No pregunto mas, se quito el pijama y salió a prisa en dirección al hospital, probablemente el y su novio discutieron otra vez. Cuando entro a su consultorio el la estaba esperando con los brazos abiertos, llevaba puesta su bata de medico y lo vio ponerse frente al monitor. Su semblante no era el mismo algo dentro de ella le dijo que las cosas no andaban bien.

—¿tienes algún problema?

—no —fue cortante —¿Cómo sigue tu salud?, ¿no te sentiste mal durante las vacaciones?

—¿Por qué lo preguntas?

—me entregaron tus exámenes médicos —se notaba que le costaba hablar —los resultados no fueron buenos

—¿de que hablas? —sonrió nerviosa —¿Qué esta pasando?

—los síntomas que tienes es por que tu corazón no esta trabajando al ritmo que tiene que trabajar y corremos el riesgo de que en cualquier momento se detenga…

Después de eso solo escucho murmullos muy lejos de ella y un calor que parecía sofocarla, quería hablar pero un nudo en la garganta le impedía pronunciar una sola palabra, su amigo se acercó y comenzó a revisarle la vista y medirle el pulso, veía que movía la boca pero no escuchaba nada de lo que decía, se paro de la silla y asomo la mitad de su cuerpo por la puerta en un segundo regreso con ella, intentaba animarla dando pequeños golpecitos en su rostro, pero  ella cada vez se sentía mas cansada y él se miraba tan lejos. Una enfermera entro con una silla de ruedas el la cargo para sentarla en la silla y salir a prisa, Adriana desconocía aquellos pasillos del hospital. Las luces se desvanecían poco a poco hasta quedar en completa oscuridad.

Cuando despertó estaba en una de las camillas del hospital, pudo ver a su amigo a un lado de ella, le apretaba la mano con fuerza, intentando sonreír para ella de esas sonrisas que solo le daba cuando se preocupaba por algo.

—¿Qué me paso? —pregunto Adriana —dime que todo esto solo es debilidad, que solo necesito vitaminas.

—lo lamento bonita —se le derramaron un par de lagrimas que enseguida intento disimular —te e puesto en la lista de espera para los trasplantes, voy a hacer todo lo que este a mi alcance, pero tu también tienes que ayudar.

Limpio sus lagrimas y recargo todo su cuerpo en la cama, miro la pequeña habitación blanca del hospital solo estaban ella y él.

—me voy a morir

Dijo entre susurros y comenzó a llorar mientras su amigo la consolaba inútilmente. Ese día se torno negro y amargo. Paso toda la mañana y parte de la tarde en el hospital su pareja le marco varias veces ella prefirió no contestar, obligo a su amigo a prometerle que no le diría nada hasta que ella estuviera lista para hacerlo.

Pasaron los días y estaba consiente de lo que tenia que hacer, sabia perfectamente como tendría que actuar, no podía condenar a la persona que amaba a estar atada a ella en esas condiciones. se había negado a seguir un tratamiento, le había hecho jurar a su amigo que no mencionara nada. Las cosas estaban claras para ella. Dejo una carta sobre el comedor de cristal, encima de ella puso su celular y miro por ultima vez la casa en la que vivió alegrías y tristeza a pesar de todo los lagrimas que pudo derramar en la sala o en la cocina no quería que estas lagrimas se derramaran en ese hogar, no quería que todos esos lugares fueran impregnados por el recuerdo de la muerte.

Amor.

Perdóname. Me marcho. Por mucho tiempo te ame y me llevo los mejores recuerdos que tengo a tu lado, pero ya no te amo, lamento mucho informártelo de esta forma. No me busques. Te fui infiel y mi cobardía me impide enfrentarte. Un día me comentaste que si te era infiel jamás me perdonarías, pues llevo meses haciéndolo y estoy embarazada por eso me voy. Cuídate y se feliz.

Fue lo mejor. Pensó Adriana mientras conducía rumbo a Mazamitla a una cabaña que había rentado. Tal vez permanecer ahí hasta que se le acabara el efectivo o sus tarjetas de crédito le permitieran seguir pagando, después de todo ya nada importaba.

Los días abrieron paso a las semanas y las semanas dejaron pasar dos meses. Había comenzado a usar sus tarjetas de crédito. Su salud estaba empeorando. Una mañana lluviosa alguien toco a la puerta.

—¿Qué haces aquí?

—¿así que aquí te ocultas? —su pareja impidió que cerrara la puerta —déjame pasar… ya se la verdad y no te voy a dejar sola entendiste, tu amigo esta esperando en el coche.

La dejo pasar al ver que era inútil tener una pelea en su estado. Se dirigieron a la sala frente a la chimenea sin decir ninguna palabra, ella se miraba tan hermosa como todos los días mientras que Adriana conservaba unas fachas de persona adormilada a un en pijama a pesar de que pasaban de las cuatro de la tarde.

—¿Por qué no me dijiste la verdad?, ¿Por qué decidiste hacer esto por tu cuenta?

—es mi pesar no el tuyo

—pero eres mi pareja y esto me esta doliendo… ¿Cómo es posible que prefirieras que te odiara?

—es lo mejor y nunca debiste de haber venido —intentaba ser fría y cortante —por favor vete.

—no puede ser que estés actuando de esta forma… estas siendo tan egoísta.

Esta palabra explotó en su mente desatando todo lo que llevaba guardado durante todo ese tiempo.

—¡egoísta! El no quererte arrastrar a esto le llamas ser egoísta… soy yo la que se esta muriendo —sus palabras se atragantaban en su garganta —soy yo la que tiene los días contados, soy yo la que muero cada maldito día que pasa y te atreves a llamarme egoísta.

—perdóname por favor —intento tranquilizarla —no te alteres, te va a hacer daño.

—no lo entiendes ¿verdad?… estoy muriendo. Tenia toda una vida planeada a tu lado y ahora no tengo nada. Lo único que puedo esperar es mi lecho de muerte cerca de la vida que rodea este estúpido lugar.

Su voz se apago en el hombro de su pareja al ser abrazada por ella y escuchar entre susurros que jamás la dejaría que permanecería a su lado hasta el final del camino.

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romina
2 años desde

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