UN SALTO DE FE
Puedo ver las estrellas desde la ventana al lado de mi escritorio. Esas estrellas anuncian el final de otro día. Para muchos son inspiradoras, pero esta noche, para mí, las estrellas anuncian otro día perdido, un día más contemplando la página en blanco, incapaz de plasmar versos que le den vida al papel como las estrellas dan vida a la noche. Que ironía, la moribunda intentando dar vida al papel.
El reloj en la pared de mi estudio, hace tic tac, tic tac, de forma imperecedera. Recordándome el poco tiempo que me queda para despedirme. A pesar del dolor que siento en mi estómago, me siento afortunada porque muchos no tienen la oportunidad de decir adiós antes de morir, en mi caso, puedo hacerlo, pero la presión es demasiada. Lo que escriba será mi legado, todos mis seres queridos leerán mis últimas palabras. Me presiono para escribir algo especial, pero las letras no fluyen, lo que fluye son las lágrimas en mis mejillas.
Me invade la desesperación, la tristeza recorre cada rincón de mi cuerpo, la melancolía por cosas que no pasarán me abruma. Hay tantas cosas que quería hacer, muchos lugares a los que viajar, cosas que escribir, besos que dar. Pienso en todos los besos que no podré darle a Fernando. Estos dos años juntos han sido los momentos más felices de mi vida, desde el día en que nos conocimos en esa boda, todo ha sido como un cuento.
—Ya ven a dormir.— Me dice Fernando mientras seca mis lágrimas y me levanta del asiento.
Estaba tan hundida en mis pensamientos que no noté cuando entró a la habitación, seguramente lleva rato viéndome llorar. No me gusta que me vea de esta forma.
—Sólo intento escribir mi despedida.— Le digo con un hilo de voz. Veo como sus ojos se humedecen, pero guarda la compostura y prosigue con un tono de un padre reprimiendo a su hija:
—Lo harás cuando sientas que es el momento. Ahora ven a dormir, debemos levantarnos muy temprano.— Me recuerda.
—De acuerdo— Respondo a regañadientes.
—Alégrate, ¡Mañana será un gran día!— Me anima.
Le sonrío y me voy a dormir emocionada. Sé que tiene razón. Mañana será un día estupendo. Saltaremos del paracaídas. Supongo que uno hace cosas temerarias cuando ya no temes morir.
De no ser por el hecho de que mi cuerpo se está marchitando, nuestra rutina al despertar y el trayecto hasta la avioneta de la que saltaremos parece normal. Los encargados del salto nos explican cómo será la dinámica de esta aventura. Nos ponemos los trajes especiales y abordamos la avioneta.
No sé si es por la adrenalina, lo hermoso que se ve todo desde el cielo o porque ya pronto van a abrir la escotilla y saltaremos, pero beso a Fernando y le digo:
—Todo indica que en unos días estaré bajo los efectos de los sedantes para controlar el dolor, cuando eso suceda serán las drogas las que hablen.— Digo con firmeza —Así que, esta es mi despedida, en este momento que irónicamente me siento más viva que nunca. Estas palabras, que te diré, serán mi despedida.— Concluyo con determinación, casi triunfante. Fernando llora, quiere detenerme, pero no lo hace. Entonces continúo:
—Gracias por el tiempo que compartimos. Te amo en toda la extensión de la palabra. No lamento nada de lo que hice o no hice, por que cada una de esas acciones, cada decisión, grande o pequeña, todo eso, me llevó a ti. Y si he de morir, no se me ocurre algo más hermoso que hacerlo en tus brazos.— Toco su mejilla y lo beso con ternura y pasión, una combinación que sólo con él he logrado.
Los instructores del paracaídas no quieren interrumpir, pero ha llegado el momento de dar el salto. La escotilla se abre despacio, siento el aire frío golpeándome bruscamente, me coloco de espaldas con las manos en el pecho, cierro los ojos y doy el salto de fe.
Cayendo en el cielo, siendo llevada por el viento, me siento libre. Vencí mi miedo a saltar. En unos días recordaré este momento y me dejaré caer a lo desconocido, cuando lo haga, estoy segura que volaré nuevamente, la muerte me liberará de esa lanza atravesada que siento en mi estómago y planearé libre entre las nubes. Llevando conmigo el amor infinito que siento en este momento.
Bien la historia, pero nos falta aplicar las herramientas. Revisa la forma en que se escriben los diálogos, cuida la forma (repeticiones, ortografía).