Había estado lloviendo toda le semana y esa tarde no fue la excepción, en las calles corría el agua convirtiéndolas en angostos arroyos, los automóviles tocaban el claxon sin cesar y las personas corrían brincando los charcos para cubrirse.
Karime caminaba sobre la acera, se escuchaban los golpeteos de sus tacones contra el pavimento. Aunque la lluvia había empezado a ceder, el viento soplaba con fuerza, se veían flotando en el aire las hojas de los árboles del parque y una que otra envoltura de plástico que algún inconsciente tiró.
Se detuvo en la esquina esperando que el semáforo peatonal le permitiera cruzar, mientras tanto, jugaba un poco con el agua que corría sobre la orilla de la banqueta, metiendo las puntas de sus zapatillas y luego sacándolas al instante.
Se veía un poco cansada, a pesar del clima tenía que hacer lo correspondiente con su trabajo, realizar trámites, depósitos en el banco y visitar a unos clientes. Llevaba un paraguas blanco, lo sujetaba con la mano derecha mientras la izquierda se resguardaba dentro del bolsillo de su gabardina gris, su cabello rizado se movían con el viento y pequeños mechones le pegaban en la rostro de vez en cuando.
Se percató que el semáforo estaba en verde y se dispuso a cruzar, justo en medio de la calle el viento arreció una vez más desde sus espaldas, su abundante cabellera voló hacia enfrente apenas permitiéndole ver un poco, su sombrilla se zafó de su mano y salió por los cielos, Karime corrió detrás de ella, tratando de sujetarse el cabello para que le permitiese ver por donde pisaba.
Al terminar de cruzar, vio a alguien tomándola y cerrándola para que no escapara de nuevo, sin despegar la vista del paraguas, agradeció por la ayuda. Ella tenía en el rostro una sonrisa a pesar de estar un poco empapada por el agua, cuando giró la mirada para ver directo a la persona, su sonrisa cambió de inmediato, su rostro hizo un gesto de sorpresa al ver los ojos marrones que la observaban, un hombre de cabello negro corto, de tez bronceada y de labios pronunciados.
–No lo puedo creer, ¡José!–seguía con la boca abierta.
–¿Cómo has estado Kari?
Ella no respondía, por un momento había quedado tan impactada que no reaccionaba.
–Bi… bien gracias ¿y tú?, tiene muchos años que no te veía –la sonrisa le volvió al rostro.
–Muy bien gracias, sí ya hace bastante tiempo que nos vimos por ultima vez. Te ves increíble–soltó una sonrisa apenado.
–Muchas gracias, tú igual te ves muy bien–decía sonrojada.
Después de devolverle la sombrilla, José la invito a tomar un café. Posteriormente de horas de hablar sobre todas las aventuras que ambos pasaron en la ausencia del otro, acordaron en seguirse viendo.
Al pasar unas semanas la plática que ambos temían llegó. Tomados de las manos y con lágrimas en los ojos se confesaron no haberse olvidado después de tanto tiempo, que el amor que ambos sentían el uno por el otro, seguía tan fuerte como años atrás. Fue así como decidieron intentarlo de nuevo.
Transcurrieron los meses y su relación se veía prospera y ellos profundamente enamorados, por lo cual sus amigos y familiares contaban con que se casarían pronto.
Hacía semanas que Karime no se sentía bien de salud, tenía mareos y constantes dolores de cabeza, José le insistía que acudiera al médico pero con la ajetreada agenda que tenía, prefería pasar su tiempo libre con él.
En una fiesta familiar de parte de José, Karime comenzó a sentirse mal y de tanto dolor se desmayó. En el hospital el doctor no les tenía buenas noticias, al parecer tenía un tumor maligno en el cerebro, que les sería imposible operar por la posición en la que se encontraba y el tamaño de este.
Ambos sollozaban y José apretaba fuerte contra su pecho a Karime, cerraba los ojos mientras las lágrimas le salían.
–¡No lo puedo creer!, esto no está pasando, ahora que por fin estas a mi lado de nuevo, ¡NO!, no puedo permitirme perderte–apretaba los puños.
–Escucha –dijo serena–Tienes que atesorar los buenos momentos juntos, tú me has enseñado a ver todo positivamente y aunque sea duro, tenemos que afrontarlo. Siempre estaré a tu lado, aun cuando no me veas, te cuidaré y protegeré hasta que nos volvamos a ver. Piensa que es como en el pasado que las circunstancias nos separaron, pero el destino nos volvió a reunir. Así será de nuevo, te esperaré del otro lado y ahí estaremos juntos en la eternidad. ¡No sufras amor!, que estos meses han sido los más maravillosos de mi vida, me has hecho ser la mujer más feliz y estoy muy agradecida con Dios por permitirme estar a tu lado. ¡Te amo!, te amo tanto que mi amor perdurara aun cuando mi cuerpo ya no se encuentre aquí, así que por favor ya no llores, déjame disfrutarte, déjame amarte hasta el último momento.
Muy bien la idea, ahora vuelve a leer el reto de diálogos, como se escriben, y sobre todo forma.