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Reto 20 forma y fondo: la despedida.

Estática frente al espejo la joven de largos cabellos negros, ojos color miel. Piel color caramelo, ahora pálida y cetrina contrastaban con sus labios una vez rojos y carnosos con sabor a fruta prohibida, ahora pálidos y agrietados.

Ana miraba como hipnotizada su reflejo mientras lucía  aquel vestido color cielo.

El escote generoso dejaba ver su clavícula precisa, su piel casi translúcida apenas cubria su menudo cuerpo, sus brazos de niña y vientre estrecho parecían una burla a sus miedos.

“Creo que tengo que bajar de peso” decía ante el espejo en su adolescencia mientras sonreía al espejo y divisaba sus anchas caderas, brazos fuertes y pecho hinchado de orgullo.

Con sus delicadas manos recorría su vientre, y recordaba los fuertes brazos que una vez a él se aferraban. El aroma incipiente a Canela y sudor que expedía el cuerpo feroz de su amor.

Albert o Al como solía llamarlo, vestido con sus dobok blanco, en pleno entrenamiento la estrechaba sin tregua:

—¿Te rindes? —preguntaba entre risas.

—Hoy no, galán — respondió con picardía.

Ancla su pie detrás de la pierna del chico cuando intenta levantarla para después impulsarse fuertemente hacia abajo, dejando caer su peso frente a ella, empujando su cadera hacia atrás, colocando las manos en el piso, brincando con sus piernas lo que lo desbalancea. Coloca su mano en su tendón y lo derriba, sosteniendo su pierna en el aire  y coloca el filo de su pie en su traquea.

—Hora de rendirse galán.

Ana sonríe frente al espejo, mientras una lágrima resbala por su mejilla. Qué fuerte era, qué feliz era. Su mejor amigo, su confidente y mejor rival, su gran amor no podría enfrentarla más.

Sin limpiar su mejilla posa su mirada en su cuello, aquel cuello de cisne ahora cubierto por pequeños bultos en su lado izquierdo. Acariciando su cuello recordaba aquella fiesta de gala donde los dos una vez danzaron una canción de amor.

—Quiero pasar el resto de mi vida, así entre tus brazos. —decía Ana con una sonrisa, mientras abrazaba con ternura los brazos que estrechaba su cintura.

—podemos empezar ahora. —susurró al en su oído mientras depositaba en su terso cuello un beso cálido.

Otra lágrima escapa de sus ojos, y la traiciona un sollozo mientras divisa una pequeña gota de sudor recorriendo su cuello.

Las noches, ahora infinitas prendidas de un fuego infernal, la bañaban en sudor y le recordaban cada mañana su inevitable final.

—¿Tienes frío preciosa? —preguntaba Al con picardía acelerando la motocicleta.

—Ni siquiera un poco. —respondía Ana sujetando el torso de su amante con fuerza.

El viento arreciaba frente a ellos, en una carrera de vértigo uno tras otro. Ella no tenía frío, su cuerpo ardía de emoción y deseo. Abrazada del hombre que la enfrentaba a sus miedos.

Ana limpia lentamente sus mejillas, y acomoda por última vez sus largos cabellos que una vez bailaron al viento mientras ella volaba abrazada de su caballero en brillante armadura.

Salio de su habitación con garbo, cuidándose de guardar la compostura y entrego a su hermana una carta delicadamente plegada para su amor.

—hoy es el torneo… y no podré ir. Quiero que le entregues esta carta por mi cuando gane el oro. —dijo depositando en las temblorosas manos de su hermana la preciada carta.

Partió con casos firmes y frente en alto rumbo a su inevitable destino.

Al no la vería ese día, preparado con su equipo de taekwondo. La esperaría, resentiria su ausencia y pelearía con furia, la furia de quién se cree traicionado, abandonado en su día de gloria.

Después de ganar el primer lugar, aún adolorido por los golpes entro a los vestidores, pero su ira cedió al asombro al el rostro pálido de la hermana de su amada.

—Ana me pidió que te diera esto, sabía que ganarías.

—¿porque no vino? ¡Llevamos un año entrenando para esto! —dijo con la carta en alto señalando las serenas del torneo. —ella te lo explicará todo… lee la carta. —dijo la hermana con mirada ausente y se fue.

Querido Al

Siento mucho no poder estar a tu lado cuando finalmente ganes el oro, lamento no estar ahí para ser tu barra; no poder saltar de alegría cuando ganaras y no poder acariciar tu mejilla y abrazarte con fuerza.

Temo que no podré estar contigo en muchas más ocaciones, pero mi corazón siempre estará contigo.

No sabes cuánto me aflige la idea de no poder celebrar contigo, me asusta pensar en ti solo en los vestidores, me asusta verte solo cuando oscurezca. Lo siento mucho, y es que te amo tanto, y no resisto la idea de no estar a tu lado.

Pero no quiero que me veamos. Concervame a tu lado como un hermoso recuerdo. Vive plenamente cada instante y haz los viajes que planeamos un día, conoce Francia, italia y la gran muralla China, ve al salar de Uyuni en invierno y en la noche recorre el cielo estrellado y piensa en mi.

Ve a nuestro café favorito con otra chica, bebé el chocolate con leche que tanto te gusta y ofrécele una sonrisa. Graduate con honores y obten la beca, ve a comer tus comidas favoritas sin pena y si no fuera mucha molestia bebé una copa de vino en mi honor.

Nunca dejes que muera el niño del que enamore, y vive las aventuras que soñaste vivir. Perdóname por no estar junto a ti.

Este es el final Al, te quise con toda el alma, como nunca pensé que podía llegar a querer y agradezco cada segundo que tuve a tu lado.

Te amo.

Siempre tuya Ana

El rostro de Al se contrajo, su seño fruncido entre ira y confusión. ¿Lo estaban cortando?

Él salió corriendo del vestidor con el dobok abierto, sin zapatos y su rostro empapado en sudor.

—¡Adriana! ¡Adriana, ¿qué significa esto?! —gritó con fuerza frente a las miradas curiosas.

Salió a toda prisa y recorrió la calle, con latiendo a mil llamando a gritos a la hermana de su novia. Cuando al fin la encontró, la tomó del brazo con fuerza y nervioso casi le gritó.

—¿Dónde esta ella?, ¿ qué significa esto? —pregunto sosteniendo en alto el trozo de papel.

—¿qué te dijo?

—¿qué me dijo? ¿Que se supone que me dijo? Que me quiere y quiere cortar conmigo. ¡¿Donde esta?!

—¡Está en el hospital! —gritó mientras un caudal de lágrimas recorrían sus mejillas. —¡ella no quiere que te lo diga! —gritó entre sollozos. —pero esta sola… se muestra fuerte pero se que esta rota…

Al la toma por los hombros, con el rostro pálido, la agita.

—¡¿Dónde esta?!

—¡¡Está muriendo!! se derrumba entre sus brazos llorando y cae de rodillas al suelo. —Está muriendo, le diagnosticaron leucemia linfocitica crónica hace meses, el tratamiento funcionó, estaba en remisión pero… el maldito linfoma mutó y… se volvió agresivo. —profusas lagrimas inundaban su rostro mientras ella veía al suelo sin poder verlo. —hoy es su primer quimioterapia ¡y le cortarán el pelo!

Al se estremeció sin poder comprender la noticia y corrió por la avenida, aún descalzo rumbo a la casa de esa niña.

5 meses de angustia y sufrimiento transcurrieron, lentamente en un constante tira y afloja de terquedad. 

El permaneció a su lado para vivir ese último gran viaje en el que ambos miraban el cielo estrellado del Salar de Uyuni desde una enorme roca de sal , ella apoyada en su pecho respirando con dificultad y él rodeandolaa con su brazo. El reflejo del cielo nocturno en en la superficie del salar se asemejaba un mar de estrellas y en medio de ellas sus ojos eran los que brillaban más.

Esa ultima noche ambos tocaron el cielo.

—¿Recuerdas cuando me preguntaste cuál era mi mayor sueño? —Preguntó, tiritando de frío, con un gorro de Lana que cubría su cabeza calva.

—Dijiste que querías vivir un gran amor. —dijo en un suspiro, mirando el cielo.

—Tú eres mi más grande sueño. —dijo con una sonrisa y lo beso en los labios.

Un beso tierno, tan frágil y precioso que trascendería el tiempo. Viviria en sus recuerdos ún cuando ella no estuviera más.

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romina
2 años desde

Bien la idea, nos falta trabajo de corrección, cuidado con los tiempos verbales… ¿narras en pasado o presente?