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Reto 20 – Forma – Un amor a prueba de tiempo

Un amor a prueba de tiempo

 

—¡No quiero escucharte! —sus gritos resonaron en todo el bosque—. ¡Tanto que te quiero y…me mentiste!

 

—¡Amor por favor! —mis pulmones se sofocaban—, ¡Déjame explicar! —mis piernas quemaban por el esfuerzo—. ¡De verdad te iba a decir, pero no sabía cómo!

 

Traté de alcanzarlo, pero la zozobra junto con el arrastre de mis zapatillas, obstaculizaron ese tramo, colmado de hojas y ramas. Justo cuando mis dedos rozaron los papeles arrugados en su mano, incrementó la velocidad.

 

—¡No Adriana…! —claudiqué con su grito que se alejaba; invadida de angustia, no pude más, caí de rodillas y lo perdí de vista. 

 

Reyes sólo pronunciaba mi nombre completo en contadas situaciones. Una lágrima tatuó mi pómulo y agudizaba la desdicha, no se suponía que celebráramos así nuestro aniversario. Tomé aire unos minutos. “Debo encontrarlo…y aclarar todo esto” pensé con más sensatez. El amor que construimos ha sido natural, lleno de alegría y aventuras, crecimiento mutuo. ¡Era el amor de mi vida! Me negaba a que se desperdiciara por un malentendido. 

 

Luego de levantarme, recordé que nuestros relojes estaban coordinados por GPS. Caminé hacia el norte, una brisa gélida atravesaba los pinos. Me detuve frente al famoso “Árbol Brujo”, y bajo sus ramas curvas, un sonido captó mi atención. Era un llanto ronco, pero no uno cualquiera, ¡Provenía de Reyes!

 

—¿Amorcito?… —caminé, un poco nerviosa—. Mi amor…

 

—¿Es verdad? —sostenía los papeles empapados—. ¿Vas a morir, creatura?

 

—…Sí —tragué en seco y tomé sus manos—, deja que te explique…

 

En mi memoria, los recuerdos amargos de ese día en el hospital, se hicieron presentes:

 

Apenas contenía el shock. Las palabras del doctor, aunque sabía que las pronunciaba, todavía no era capaz de digerirlas. Las paredes blancas del consultorio ahogaban mi llanto desesperado. Los exámenes de rutina revelaron un tumor inoperable en el hemisferio sur del cerebro. Hiperventilé durante diez minutos, después de decirme que el concepto de tiempo ya no aplicaba en mi vida, me aconsejó aprovechar cada día al máximo. Guardé los papeles en mi bolso y salí de ahí…

 

—Fuiste el primero en quien pensé al volver a casa —continué relatando agotada—, sentí un temor aberrante, nuestro aniversario se acercaba y no quise arruinarlo. Lamento de corazón si crees que te mentí…como siempre lo eché todo a perder.

 

Su silencio y mirada perdida fueron suficientes. Corrí. Ignoré la voz de Reyes llamándome, mi ansiedad me agobiaba tanto, que no vi una raíz gruesa. Tropecé hasta rodar al costado izquierdo del tramo con una velocidad bestial. Me sostuve de lo primero que palpé: un alambre de púas oxidado. El dolor me cortaba, la sangre teñía mi suéter. Todo a mi alrededor se movía, no aguantaba más, sentí mucho frío; me solté.

 

¡Creatura! —sus brazos rodeaban el mío—. ¡Gracias a Dios mi amor! 

 

Reyes me sujetaba con fuerza, como quien encontró un tesoro y se negaba a perderlo. Una sensación helada recorría mi cabello. Observé sus ojos pardos, enrojecidos de tanto llorar.

 

—Me salvaste.

 

—Pues claro corazón de melón —acarició mis rizos—, yo te quiero muchísimo.

 

—Reyes perdóname —el remordimiento tomó la palabra—, tuve mucho miedo de decepcionarte. ¡Siempre digo que llegaríamos a vernos las canas! Ser consciente de mi muerte, me partió el alma —acaricié su barbilla—, no soporté esa idea de abandonarte amor.

 

—Tesoro —sostuvo mi rostro un instante—, perdóname tú. Cuando leí eso, la desesperación me embriagó, no por mí —derramaba agua sobre la herida para vendarla—. Sino por ti. Puedo sanar una cortada, pero un tumor jamás, sentí que te fallé. Y yo prometí cuidarte por siempre… —noté un deje de frustración en su voz. Lo besé con ternura.

 

—Ya lo haces. Ahora, prometamos estar juntos hasta que ese día llegue —asentimos sonrientes—, no sólo eres mi amor, ¡Eres mi compañero! Y tu presencia mitiga el temor a morir —musité cabizbaja.

 

—Pero ¿Cuál miedo corazón? Si hemos aprendido a ser bien valientes, ¡Además! Me demostraste que el amor da vida, que nunca es tarde, que la esperanza da frutos —ambos reímos mientras Reyes enumeraba con los dedos su aprendizaje—, pero lo más importante, es que, con la persona correcta crecemos —besó sonoramente mi mejilla—, tú eres eso para mí; no olvides que Dios te estará esperando, ¿Qué tranquilidad más grande que esa? Todo va a estar bien.

 

—Tienes razón, todo estará bien —nos pusimos de pie, más aliviados—, ¿Sabes? Te quiero.

 

—Y yo a ti, creatura… —adoraba ese sobrenombre tan palpable de amor.

 

Su mano envolvió la mía al compás de un beso. Los matices rojos y naranjas del atardecer nos iluminaban y entonaban con el ambiente invernal de ese vasto bosque; mis ojos eran testigos del brillo apasionado en su mirada y temblé sonriente. 

 

Aunque ya no importaba, nos dejamos los relojes puestos. Estaban coordinados por GPS, sí, pero conectados con nuestro amor, renacido en libertad de las púas y las manecillas del tiempo.

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César Bolaños
César Bolaños
2 años desde

Hermoso relato de un amor que sin duda vencerá a la muerte y al tiempo, pues aunque lo inevitable llegue, él seguirá vivo recordándonos, que con la persona correcta, el amor todo lo puede

Maria
Maria
2 años desde

Hermoso, la verdad es que esa es la primera palabra que me viene a la mente. La forma de narrar hizo que yo misma pudiera sentir lo que los protagonistas estaban sintiendo.

romina
2 años desde

Muy bien. Ahora trabajo de estilo, sobre todo en forma.