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RETO 20 – CUANDO LOS DESIGNIOS ESTÁN TRAZADOS, EL TIEMPO SOLO TIENE QUE OBEDECER.

Las pastillas para dormir estaban sobre el escritorio esperando una decisión. Era de tarde. Las actividades en la empresa habían terminado y todo el personal se retiró. Un silencio lóbrego se apoderó del lugar. Me encerré en mi oficina tratando de discernir entre lo correcto y lo bueno, después de haber escuchado, horas antes, los resultados del chequeo médico. Deseaba que fuera un error, una mala broma,  pero los resultados eran irrefutables. Los documentos en el correo electrónico confirmaban lo dicho por el doctor. Las pastillas lo sabían y no me quitaban la vista. Estaban deseosas de ayudarme a acelerar el tiempo. Pensé: “¿para el caso es lo mismo ¿no?” Tomé el frasco y jugueteé con él. Leí el contenido. “Con unas siete serían suficientes”. Levanté la vista. Al lado de la computadora, el retrato de una mujer de ojos grises extendiendo la mano en una cascada me detuvo.

 El vibrante azul turquesa de las aguas cayendo se veía imponente y hermoso. La brisa, el sol del mediodía y las flores multicolores acariciaban nuestros rostros mientras tomados de la mano, mi esposa y yo caminábamos rumbo a la parte más baja de la cascada. El canto de las aves, los peces dando saltos y la melodía del agua deslizándose por nuestro cuerpo, hicieron mágico nuestra luna de miel. La naturaleza lo sabía y disfrutaba ser cómplice del momento de dos enamorados. Empapados por el agua cristalina, tomé a mi esposa de la cintura, la miré a los ojos y la besé. La cascada al fondo era la postal perfecta para inmortalizar ese momento.

 ¡Ring! ¡Ring! ¡Ring!

 Me sobresalté. El teléfono de la oficina me volvió a la realidad. Contesté. Era Daniela. Se notaba molesta y preocupada. Pedí disculpas. Me excusé diciendo que me quedé a terminar unos pendientes, Colgué. Tomé mi saco y el portafolio. Vi el frasco de pastillas. Titubeé. Lo agarré y camino a la puerta la deposité en en el cesto de basura. Había tomado una decisión.

 Esa noche, después de cenar, tomé la mano de mi esposa y la miré a los ojos.

 —Siento mucho lo de esta tarde, mi amor —dije apenado—. Debí avisarte.

 —Sólo estaba preocupada —su voz era cálida—. Creí que te había pasado algo.

 —No. Solo me quedé a resolver unos pendientes

 —¿Todo bien en la empresa?

 —Si. Todo bien —observé su figura—. Hoy te ves más hermosa que nunca.

 Sonrió coqueta. Me dirigí a la alacena y tomé la botella de Cabernet sauvignon. Nuestro vino favorito. Puse música suave. Me acerqué a ella y brindamos. La abracé, Susurré a sus oídos cuánto la amaba. Que desde el primer día que la conocí en aquélla tarde lluviosa supe que mi corazón se quedaría con ella para siempre. Sus labios carnosos se acercaron a los míos y nuestros cuerpos se dejaron seducir al compás de I Will Always Love You, La canción de nuestra primera cita. La noche estrellada y la intimidad de nuestra cama fueron testigos de la danza de dos cuerpos ansiosos de materializar el amor.

 Los siguientes días después de nuestra noche romántica, me ausenté de la empresa. Tenía que aprovechar el tiempo. Cada vez me sentía más débil, más cansado, pero aún así me dediqué a pasear con mi amada. Recorrimos playas, bosques, selvas. Sentimos la adrenalina de tirarnos de un paracaídas, el nerviosismo de interrumpir un concierto y cantar frente a una gran audiencia; la nostalgia de ver a los amigos de la infancia y las risas por recordar viejas anécdotas. Disfrutamos cada momento, cada instante, cada latido de nuestro amor.

 Sin embargo, cuando los designios de Dios están trazados, al tiempo solo le queda obedecer.

 Mi enfermedad se manifestó de manera muy rápida. La baja de peso, la hemorragia recurrente en mi nariz y los moretones en mi piel fueron delatándome. No me quedó más que confesarle la verdad a mi esposa. Tomé los resultados médicos y se los mostré. La leucemia estaba en su etapa final. No había nada que hacer. Se llevó las manos a la boca y su asombro se convirtió en tristeza. Se arrojó a mis brazos en un mar de llanto y eso me partió el alma. La abracé y por primera vez, desde que me enteré de mi enfermedad, dejé brotar el llanto contenido en todo ese tiempo…

 A mi funeral fueron familiares, amigos, compañeros, conocidos. Ese día en el cielo las nubes se juntaron a punto de llorar. La tierra pidió una tregua para recibir mi féretro en paz, Y el viento abrazó a mi esposa dejándole un mensaje de amor. 

            Cariño mío: 

Te amé desde un principio, te  amo ahora y siempre lo haré. Gracias por darme tanto y  pedirme tan poco. Por los buenos momentos y por los malos también. Gracias por ser tan feliz a tu lado. Y por enseñarme el significado de la palabra amor. 

            Siempre tuyo….           

            Manuel. 

Daniela encontró la nota en el álbum de fotografías tres días después de mi entierro. A pesar de que sentía mi ausencia, se notaba más tranquila, más serena. Un aroma a nido y leche materna empezaban a formarse dentro de ella.

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adri18bg
2 años desde

Es imposible no llorar con algo tan hermoso. Me encantó!!! Se siente cada palabra.

Dulce Ruiz
2 años desde

Manuel, que bello escrito.

katimav
Responder a  JESUS MANUEL SILVA ALQUISIREZ
2 años desde

Que hermoso escrito y más el final. Gracias por compartirlo Alkysirez, saludos.

romina
2 años desde

Muy bien, ahora corrección fina, buscar la forma.

Yesenia Cortés
Yesenia Cortés
2 años desde

que hermoso, al final no se queda sola ya que un ser viene en su vientre eso a muchas personas da esperanza y vida hermoso

Marisela
Marisela
2 años desde

Me encantó, gracias por compartirlo.