Abro los ojos y siento el frío recorriendo mi piel. La luz del cuarto de un hospital es lo primero que veo, mis pupilas dilatadas comienzan a reducirse, mi marido está conmigo y no veo a nuestro hijo.
Miles de pensamientos comienzan a aparecer, ¿Qué pasó?, ¿Qué hago aquí?, ¿Por qué lloras, amor?, me arde la cara y no puedo hablar.
-Han tenido un accidente, vas a estar bien. –Comenta el médico con cierto tono de preocupación. –No te duermas. –Me dice Carlos, mi esposo.
Pero lentamente voy perdiendo la fuerza y el conocimiento, mis ojos se cierran y vuelvo a no sentir nada.
Despierto 3 días después, aparentemente todo está bien. Mi esposo se encuentra al lado. Se nota que no ha dormido, su cara comienza a mostrar las arrugas que antes eran casi invisibles, sus ojos muestran un cansancio fulminante. Pero quiero ver a mi hijo.
-¿Dónde está Joaquín? –Mi voz suena realmente desesperada. – ¿Qué me pasó?
Él alzó a verme y sus ojos se aguaron. Su voz se quebró.
-Joaquín está muerto, cariño. Ayer en la tarde fue su velorio.
Mi cabeza comenzó a doler, mis manos a temblar, perdí a mi hijo ¿Cómo pudo haberle pasado esto a mi familia?
El médico entró mostrando un gesto de preocupación y cierta ira en su interior.
-Tenemos malas noticias, el resultado de los exámenes practicados a la paciente hace unos días acaban de llegar. –Me miró de reojo mostrando sus grandes y profundos ojos color ámbar, su mirada se escondía tras unos lentes color negro. –Siento mucho lo que está pasando, señora.
Sacó del sobre blanco las hojas que indicarían la aparición de un trauma cerebral que causó un quiste en el área más sensible del cerebro. ¿Iba a morir?
-La operación es muy riesgosa, podemos hacerla, pero la otra opción es dejar que el tiempo pase.
– ¡Se operará! –Dijo mi esposo, conteniendo el llanto. –Lo hará.
Esa noche no podía dormir, sabía que en la mañana me ingresarían y las posibilidades de volver a abrir los ojos eran nulas. Regresé a ver a mi esposo, estaba dormido y su respiración era agitada, ¿Estará soñando algo malo?
En el velador de la habitación había una libreta de cuero negra y un bolígrafo con el nombre del hospital en su tapa. Decidí escribirle algo, porque odio las despedidas.
“Me hiciste la persona más feliz del mundo, y me diste el regalo más maravilloso, a mi hijo. Si no despierto, no me he ido, estoy soñando con él y esperándote. Te amo”.
Bien la idea. Vuelve a leer diálogos, el uso de lo guiones y forma, corrige la repetición de palabras.