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RETO 19. Sufriendo por vivir.

Dicen que cuando una estrella explota sus restos tardan millones de años en diluirse en el espacio, me pregunto hasta que punto sucede eso con nosotros los seres humanos, a veces la energía contenida nos supera y simplemente colapsamos, es ahí donde tenemos que saber qué hacer con nuestros fragmentos.

Mi hermana está sentada frente a mí, pero su vista no deja de viajar entre los cuadros polvorientos que hacen en las paredes de la sala. Ilustraciones religiosas del siglo XVI.

—Aún los conservo por respeto. —me escuso por el poco trato que le he dado a la herencia de mi madre.

—No sirve de nada que los cuelgues o que incluso los cuides, si no tienes fe en ninguna. —su voz aguda retumba entre las paredes.

Madre era una persona apegada a la iglesia, a las leyes del Señor. Su vida no era vida sin el y la esperanza que le brindaba cada día al despertar era la única que la movía a seguir. Alguna vez pensé igual, hasta que ella murió. Perdí la voluntad, el cariño, la fe.

—Tienes razón —hago una pausa y suspiro—. Porque hacerlo si no creo, para mí no significan nada.

—Cuando enfermo lo eran todo para ti. No dejabas de orar a cada una de las figuras plasmadas ¿Qué fue lo que cambio? —se le quiebra la voz. Sus ojos cargados de nostalgia.

Algo se enciende en mí. Mis ojos arden, lagrimas acidas de dolor. Pareciera que un fuego interno me enciende el pecho y me seca la garganta. A parto la vista. Un sepulcral silencio acompaña la habitación. Monte mi vista al mas grande de los cuadros, en el que se plasmaba el Señor en el paraíso.

—El me fallo —rompo el silencio apuntando al recuadro a espaldas de mi hermana—. ¡Me quitó todo! Vi a mi madre morir mientras oraba por salvación y el solo la ignoro. Murió creyendo una mentira. —mi corazón late a un ritmo casi doloroso.

—Si leyeras de nuevo las escrituras y la biblia tal vez entenderías, entenderías que a veces la respuesta es no —veo un abismo de tristeza y decepción en su mirada. —. Es fácil drenarse de odio cuando no te responden lo que esperas.

—No quiero tener que escuchar nada de eso, nunca más. No pienso seguir rogando por falsas esperanzas. —muerdo mi labio, intentando reprimir un sollozo, pero no lo soporto más y me rompo. El nudo en mi garganta era insoportable que me impedía hablar.

Mi hermana se levanta de su lugar mi me toma en brazos. No me opongo, se que lo necesito.

—¿De que sirve creer en un Dios así si ahora se niega a salvarme a mí también?… Estoy muriendo.

Estaba sola, al borde del abismo. Llegue al punto de sentir de que no me importaba, cuando en realidad me importaba al triple, quizá me resulto sencillo distanciarme, evitar que me volviera a decepcionar, evitar pensar en mi enfermedad, una herencia más de madre.

 

—Siento como si siempre estuviera buscando algo o alguien, pero nunca lo encuentro. —hablo apenas en un susurro.

—¿A qué te refieres? —dice Lina, mi hermana.

—Lo que quiero decir es que no sé qué esperar de él.

—Yo sí —contesta segura, de pronto tiene una media sonrisa en su rostro—. Sé que cuando tenga que morir e ir con él, nuestros padres estarán esperándome, eso es lo único que hace que no le tema a la vida después de la muerte, sé que no estaré sola.

—No cuento con la misma valentía que tú. Me aterra pensar en la muerte. Tengo miedo de desintegrarme en el aire, miedo de que no exista un mundo después. Siempre analizo las cosas, planeo y creo posibles escenarios, para estar preparada para lo que pueda suceder, pero no tengo ningún conocimiento de lo que pueda pasar después de morir, no sé ni siquiera si habrá alguien esperándome o como sé que no me perderé en el camino y me quedare atrapada entre la Tierra.

—Dios te estará esperando. Se que dices no creer en él, pero estoy segura de que es solo un disfraz detrás del que te escondes para demostrar que eres fuerte. No tiene que ser así. Ten por seguro que él te estará esperando, si eso es lo que marca tu destino.

—Y ¿si no es así? Si no hay nadie del otro lado —la tensión es notable en cada parte de mi cuerpo—. Lo he negado durante años, no sé como volver a creer, como pedir perdón.

Las lágrimas caen calientes sobre mis mejillas y me recuerdan a las que mi madre derramo el ultimó día que la vi, sufriendo por vivir.

Lina esta tan cerca que puedo percibir el calor que emana su cuerpo y la forma en que se encorva para tener mayor contacto.

—Te aseguro que esta dispuesto a perdonarte, en cuanto lo aceptes en tu vida, como tu salvador. —dice al cabo de unos intensos segundos.

Aun no soy capaz de asimilar que todo puede cambiar en un segundo. Sigo siendo la angustia al despertar y la esperanza de que todo cambie al irme a dormir. Tengo fe en volver a engendrar mi espíritu, volver a nacer, ya sea en la Tierra o en el paraíso a un lado de mis padres, a un lado de él.

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romina
3 años desde

Muy bien, nos falta corrección, acentos, palabras repetidas… Tu primer párrafo sobra.