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Reto 19. Ontologías: Solo en Ti puedo confiar.

Es de noche. Estoy sentado en el campo. Las ostentosas nubes cubren casi por completo la luna llena. Los grillos cantan. La fogata emana humo que se volatiliza de inmediato. A mi costado hay un árbol derribado. Miro las pocas estrellas que tintinean en el cielo.

Vine buscando tranquilidad, aislarme del mundo, de la sociedad que me envolvía. Solo aquí, me siento seguro para encontrarme con Él. Con Dios, con mi Padre Celestial. Hablando bajito comienzo:

–Señor Dios, hoy me dirijo a ti porque hay un sinfín de cosas que quiero platicarte.

Una ligera brisa choca con mis mejillas. Cierro los ojos. El calor de la hoguera me inspira confianza. Como si Él me abrazara.

–Sabes que siempre te he considerado amoroso. Nunca vengativo, enojón y mucho menos caprichoso. Creo que eres la Fuente de amor, lento para enojarte y generoso para perdonar. Que eres el único que puede juzgarme. Y que me has enviado a este mundo por algo.

Suspiro.

–Por eso, ¡vengo a darte gracias, señor Dios mío! Porque me permites ver a diario a mis seres queridos, porque me das la dicha de tener salud, porque en alegrías y penas, estás ahí –a lo lejos se oye una lechuza–. Y también por los obstáculos, los problemas… Porque con ellos, puedo crecer y ser mejor. ¡Gracias! –subo el tono–. Pero Señor, te pido que me des fuerzas para no fallarte, que alejes de mí a todo aquel que me traicionaría, que me permitas ser como un soldado que, aun con las vísceras de fuera, cumpla con lo que Tú encargaste.

Algunos campesinos caminan por el sendero con sus mulas y asnos. Me saludan y les correspondo. Cuando se marchan, continúo:

–No quiero caer en el macabro juego al que muchos quieren inducirme. No quiero renunciar a ti, Señor. Dame la dicha de sentirte siempre a mi lado. Permite que, por más fuertes que sean los vientos y si llego a derrumbarme como aquel árbol, tu amor sea agua para mis raíces y pueda erguirme de nuevo. Y si el momento de la muerte llega de repente, llévame contigo, a donde nada duele, a donde todo es paz. Por favor, Dios del universo. Creo en ti… Creo en ti.

De pronto, solo oigo mi latir. Respiro, calmado. Abro los ojos. El cielo ya está despejado. Pierdo la noción del tiempo. Saco el celular de mi bolsillo y veo la hora. ¡Es tardísimo! Apago el fuego. Miro al cielo, nuevamente. Mi ser reposa, al saberse escuchado. Sonrío y voy a casa.

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romina
3 años desde

Muy bien. Cuida siempre de tener presente al lector, de conectar.

Salma
Salma
3 años desde

Me encantó la tranquilidad que transmite tu escrito, realmente envuelves al lector con la descripción del entorno y tu diálogo. ¡Muchas gracias por compartirlo!

David Gómez
David Gómez
3 años desde

Muy buen texto , felicitaciones .