Clic en
las manos
para votar

Clic en las manos para votar

Reto 19 – Ontologías – Gracias por no olvidarme

Gracias por no olvidarme

—Disculpe señorita, ¿Tendrá algo para darme?

La pregunta me saca del trance mientras camino del supermercado hasta mi auto. Giro en todas direcciones, estupefacta y con la mascarilla cubriendo mi rostro, sólo para encontrar a un joven, tal vez adolescente, con ropa raída y un peculiar tono gris en sus ojos acompañado de un sosiego en sus facciones finas. Su única compañía es el basurero frente al jardín de rosas del parque clausurado, y un par de perritos mestizos. Siento un poco de congoja, se le notan los pómulos hundidos y la piel sucia.

 —¿Es a mí? —señalo mi pecho—. ¿Hace cuánto no comes?

—Pos…—sonríe y baja la mirada—, creo que tal vez días, lo poco que obtengo, se lo doy a ellos —pasa sus manos por los lomos caninos—, la gente me tira la comida al piso o a mi cara, creen que tengo el virus por andar en la calle. Antes algunos conversaban conmigo, pero no volvieron más.

La tranquilidad de su voz y su sonrisa resiliente, borran todo rastro de angustia y me evoca, en su lugar, un asomo de misericordia; me agacho unos momentos, sin importarme que el cemento esté ardiendo por el sol de mediodía, para reacomodar una de las dos bolsas de tela que suelo llevar todos los jueves al supermercado.

—Eso es demasiado cruel —la bolsa queda en medio de ambos—, ten esto, te durará.

—Pero… ¡Es su comida! ¡Es demasiada bendición para alguien como yo!

—“…perseguidos, pero no abandonados…”

—¿Corintios? —sus ojos se exaltan aún más.

—Sí… ¡Y sí! es mi comida, yo decido que hacer con ella —me quito los lentes, la mascarilla pica—. No puedo irme sabiendo que “alguien como tú” —enfatizo—, pasa hambre. Esos no son mis principios.

—Por lo visto cree en Dios, pero ¿Principios?

—Siento que más que curiosidad, quieres conversar —musito con alegría—, pues claro que los tengo. Creo con firmeza en la fe. Sin ella, el humano no puede avanzar ni trascenderse a sí mismo, necesitamos de esa convicción de que todo lo que ocurre y hacemos, es por una razón. Más si viene de Dios.

—Mi primera conversación en meses —sonrío por el júbilo de su voz—, la gente suele abandonar al viejo canoso en tiempos de crisis, sobre todo por miedo… ¿Acaso no teme? Yo a veces quiero rendirme al sentir el abandono de la gente.

—Claro que he sentido hasta pavor, pero si dejo que eso me controle, mi esperanza se puede quebrar, ¡el miedo es una prueba más! —mi firmeza fluye en mis palabras—, admito que a veces me dejo llevar, nuestra humanidad es frágil muchacho, pero por eso mismo hay que tener fe. Nunca se sabe lo bueno que puede traer un poco de fe en Dios y sus acciones. Te mentiría si te digo que no siento angustia.

—¿Angustia por morir? —un deje de vacío acompasa su voz—. He oído que muchos temen morir ahora, porque sienten que serán olvidados. ¿Y si me pasa lo mismo? ¿Y si la gente me olvida?

—Muchacho… —mis ojos dibujan una sonrisa—, no tengo todas las respuestas. Pero sí te puedo decir, que, en algún momento, todos pasaremos por la muerte, pero lejos de verlo como algo malo, míralo como un llamado de Dios para esa próxima fase donde la luz llena el alma —volteo mi mirada al lado contrario de la calle—, muchos temen a la muerte ahora más que nunca, pero, aun así, tengo la firme convicción de que Dios no nos deja solos, ¿Crees que este virus lo deja por fuera? Más bien creo que es el único que da su compañía y se asegura, así con todo, de que vivamos eternamente en los recuerdos de la gente, aunque muchos lo ignoren. En su amor y gloria…

—…jamás nos abandona —susurra—, ¿Sabes? Dios cuando menos lo esperas, está cerca de ti.

—¡Así es! —me exalto por la lección recién aprendida—, bueno, tengo que irme mu…

Descubro perpleja, al darme la vuelta, que ya no están. “Es imposible tan rápido, ¡Estaba aquí!” atina mi mente al observar toda la calle y no ver ni una huella. Me decepciono un poco, no fui lo suficientemente rápida como para preguntarle dónde se quedaba, para darle más ayuda, decirle que ahora es parte de mis recuerdos, y me frustro más al notar mi bolsa quieta en su sitio.

Justo cuando voy a levantarla, mi corazón voluble se emociona y brinco sin parar, al sentirla ligera. ¡Se llevó todo! Un papel cae de ella mientras la doblo y mi esperanza desborda mi alma.

No por la nota, sino por la firma de tono dorado:

“Gracias por no olvidarme, ni olvidar a otros en esta crisis…siempre estoy cerca de ti…

Dios”

Comparte este texto

0 0 votos
Rating
Suscribirse
Notificación de
1 Comentario
La mas vieja
La mas nueva Más votado
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Ana Elena
Ana Elena
2 años desde

Me conmovió mucho tu texto, porque me di cuenta que hay personas que necesitan de uno y nos olvidamos de ellos.