En la vida un milagro
Era un día nublado del mes de febrero, se encontraban sentados en las bancas aledañas al quiosco de la plaza principal, tenían las manos congeladas y las sonrisas cálidas que reflejaban un afecto recíproco y sincero. Frente a ellos se encontraba el principal templo católico de la ciudad, dedicado a la inmaculada concepción de la Santísima Virgen María. Admiraron sus dos torres, una de las cuales ostentaba un reloj viejo en el que se inspiró el compositor Roberto Cantoral para escribir un éxito musical.
—“Reloj no marque las horas, porque voy a enloquecer. Ella se irá para siempre, cuando amanezca otra vez” —cantó ella mirando al muchacho a los ojos, con un nudo en la garganta sabiendo que uno de los siguientes amaneceres él debía volver a su país.
—Suena como una canción triste —no es que pudiera entender español, pero entendía la mirada de ella y la entonación. En un intento para que él pudiera entender mejor, ella la tradujo al inglés—. ¡En realidad es una canción melancólica!
—Bueno, es que cuando el compositor la escribió, pensaba en su madre que estaba internada en un hospital y tenía pocas esperanzas de vida.
—Woah… —Ella había grabado ya en su cabeza la típica expresión de sorpresa de aquél hombre, con la boca bien abierta y sus ojos pequeños un poco más visibles de lo normal—. Kat, ¿Crees en Dios?
—Por supuesto que sí, creo en Él y creo en su voluntad.
—¿Por qué?
—Porque la vida me ha hecho ver Su grandeza, me ha hecho creer en Él —tomó su mano y lo invitó a levantarse e ir tras ella.
Con sigilo entraron a la catedral, compartieron el recinto con dos personas más. Había silencio, calor de velas y la presencia bella y llenadora de un Dios que ama, que protege a sus hijos en situaciones difíciles y de gozo espiritual. Al entrar, él se detuvo en seco, se asombró de la luz del interior que matizaba dorados colores de fondo y celestes brillantes en su techo. Los arcos, columnas, y su cúpula estilo románicas, así como los murales coloridos y su piso gris con cruces gammadas capturaron su atención. Él había entrado a muchas otras iglesias alrededor del mundo, pero en esta se sentía diferente. Mientras se acercaba a paso lento, observó las filas de bancas que estaban bien barnizadas y que desprendían un halo marrón. Tomaron asiento, al fin se sentían resguardados del frío húmedo del exterior. Observó la cruz gigantesca frente a él, pero no se persignó. Se puso de rodillas, se inclinó, juntó las manos frente a su rostro, cerró los ojos y comenzó a orar.
—Dios, te pido que cuides a mis padres que me esperan en Corea, a mi hermana y a mi sobrina Ha Young. Te pido por Kat que está a mi lado, concédele vida y felicidad.
Ella lo observó conmovida, sus ojos se llenaron de lágrimas de felicidad. Acarició su cabello naranja alborotado mientras permanecía inclinado y él abrió un ojo para mirar.
—Kat, ¿Entonces crees en Dios? ¿Crees que tiene un plan para todos? ¿Nunca has dudado de sus acciones, de Su existencia? —Sus ojos se aguaron. Se incorporó en la banca.
—Para serte franca —bajó la mirada al suelo—, sí lo dudé muchas veces en mi adolescencia, porque me sentía sola, porque no entendía que a veces la vida nos da lecciones y son tragos más amargos para aquellos que no tienen Fe. Creí que Dios me había abandonado y en muchas ocasiones le reclamé. Quería muestras tangibles de su presencia y él me enviaba mensajes a través de mis seres queridos que yo no podía ver.
Kat sacó el celular de su mochila, abrió la galería de imágenes y le mostró las capturas de pantalla de tres años atrás. Por aquéllos días había decidido morir de a poco y mientras estudiaba coreano en línea, cruzó palabras con un desconocido.
—Es un milagro que estemos aquí ¿verdad? —Levantó su mano y limpió una lágrima que asomó por sus ojos.
—¡Claro que lo es! Observa cómo todas las variables fueron configuradas para que llegaras a este día, para que pudiéramos estar hombro a hombro aquí.
—¿Y si fuera un sueño?
—¡Pues qué maravilloso sueño! ¡No me despiertes jamás! —Rió por un instante—. Oh querido Oppa, estoy tan agradecida con Dios por hacer posible este encuentro. ¡Eres un regalo de vida! Me has salvado incontables veces a través de tus palabras.
—No Kat, en cierta forma yo fui salvado por ti, por tu sabiduría y tus consejos. Con tu presencia en mi día a día me has enseñado el amor incondicional, has reforzado mi Fe en Dios y me he refugiado noches enteras en tus mensajes de aliento. Kat, te amo y la relación que tenemos es más sublime que cualquier acto que implique algo carnal, algo simple y mundano.
El coreano la abrazó y ella pudo sentir la calidez de su pecho. Estaban juntos en la presencia de Dios, desnudos del alma como antaño, compartiendo sus creencias sinceras y abrazándose en palabras. Al final de cuentas comprendían que los planes de Señor muchas veces incomprensibles, eran pasajes de enseñanzas y sabiduría. Nunca estuvieron solos, siempre recibieron señales o ángeles en los instantes cruciales. El momento de estar juntos lo llamaron un milagro, y días más tarde cuando se despidieron, supieron que Gracias a Dios su amistad trascendía los océanos, las poblaciones del mundo y que rompía los esquemas del tiempo y del espacio.
Katia Mava
Bien la ontología. No olvides corregir, quitar lo que sobra, pensar siempre en mantener el interés del lector, conectar.
Gracias Romi 🙂
Me encanto, hermosa lectura la que acabo de hacer, sigue perfeccionando tus escritos y llegaras aún mas lejos 😁
me gusto