Llego a mi esa sensación… esa horrible sensación de muerte. Abro mis ojos y me levanto de la cama. Estoy sudando. Salgo de la habitación y me dirijo al altar que mi madre tiene. Desde muy pequeña mis padres me encaminaron a conocer a Dios, y desde que lo conocí, lo busqué constantemente. Aún más en estos momentos.
―Dios mío ―lloro al sentir la muerte tras de mi―. Tengo miedo. Mucho miedo ―hago una pausa― Creo en ti desde hace muchos años. Pero le temo a la muerte de una forma inexplicable. Quiero… enserio quiero confiar en ti. En que, al morir, me encontrare en tu presencia. Pero al mismo tiempo la sensación de miedo se apodera de mí. No quiero. No quiero morir.
Ore toda la noche hasta quedarme dormida. En los momentos previos a alcanzar el sueño, mi mente divagaba en ese retiro espiritual de jóvenes. En esa paz que se apoderaba de mi al confesarme y en todas las veces que comulgue. Me doy cuenta de que Dios siempre está conmigo. Es algo que creeré toda mi vida. Sin importar los miedos de la noche y la sensación de muerte que me persigue.
Inicias muy bien. El párrafo de cierre da un salto brusco de la escena… como si hubieras hecho el escrito muy rápido…