Me siento tan extraña aquí, ante las enormes puertas de la iglesia, abiertas de par en par. Una bienvenida silenciosa a todo aquel que quiere entrar. Las miradas invisibles están sobre mí y una brisa fresca me anima a dar los pasos que faltan. Al cruzar el arco siento que entro en otra dimensión; el sigilo está en cada rincón. Rosas de todos los colores posibles, adornan la enorme estancia de paredes blancas, en cada lugar. Las enormes ventanas están hechas con vitrales, la luz se filtra en diferentes colores. El lugar es cálido, da la sensación de alivio. Justo al frente y en lo más alto, está un cuadro de la Virgen María, me observa. Desvió la mirada y me topo con una figura, en la primera banca, está cubierta de negro, no logro ver su rostro. Yo me quedo atrás, me acomodo en una banca y me arrodillo. Pero no se a que he venido.
Mi madre dice que siempre debo rezar, pero no me dice para qué. Su solución a todo es orar. A veces la acompaño, pero yo no estoy segura que alguien escuche nuestras voces, y sim embargo, aquí estoy, en un lugar sagrado y dedicado a hablar con Dios, y no tengo la más mínima idea de cómo empezar o si de verdad creo que mis palabras llegarán hasta el cielo, de ser así, mi vida sería diferente.
—¿Por qué cualquier otra persona obtiene lo que quiere? ¿Por qué alguien que no se esfuerza cumple sus sueños? —la persona que está al frente, tose, miro hacia ella y veo que gira su cuerpo hacia adelante, sé que me ha escuchado, pero no me importa —. Dime Dios, ¿puedes escucharme? Necesito respuestas a lo que mi corazón reclama. Deseos frustrados e ilusiones perdidas, es lo que abunda en mi vida, pero quiero más, quiero acercarme a ti y sentirte como parte de mi familia —un monaguillo con una sotana roja entra y comienza a encender las veladoras, el lugar se llena de flamas bailarinas—. Necesito saber que pasara cuando muera, ¿te podré ver? ¿Hablaremos y me dirás todo lo que inquieta a mi espíritu?
Tengo los ojos vidriosos, las lágrimas que estoy reteniendo, acabaran por escaparse, estoy segura. Siento una opresión en el pecho. ¡Hay tanto que debo sacar de mi ser! Tengo tantas dudas. Me sueno la nariz antes de continuar. Mi boca está seca, pero debo seguir hablando en voz alta.
—Quiero tener fe en ti, Dios, quiero creer que mi tiempo de triunfo llegará, pero me cuesta aceptar esa posibilidad, cuando no se si alguien puede escuchar mis súplicas o si solo estoy diciendo frases al viento —el agua salada se desborda de mis ojos y llega hasta mis labios, aprieto los parpados con fuerza para tomar valor y seguir con esto—, quiero que reveles la verdad que hay en mi interior, por favor, ilumíname para conocerme y poder conocerte mejor.
Guardo silencio y me siento tan libre, tan llena de paz, tal vez esto es a lo que mi madre se refiere con rezar, a hablar con él y tener la certeza de que te escucha, aunque no lo puedas ver.
Karen Salas
Muy bien, cuida que la descripción acerque , conecte, no se sienta fría. Y revisa errores de dedo.