Ya era verano, como todos los años, cada 28 y 29 de Julio, viajaba donde mis padres a festejar mi cumpleaños. Llegue muy tarde al pueblo, una vez en casa, divise aquel maravilloso lago, donde a orillas veo a mi padre, a sus 54 años, me llenaba de felicidad aun poder ver a mi padre, me acerque a el y decidimos sentarnos para mirar aquella linda puesta de sol.
—¿Cómo has estado? —le pregunte.
—Bien — respondió.
Quise entablar un dialogo con mi padre desde hace ya mucho tiempo. Giré el cuerpo y mirándolo de frente dije.
—¿Te imaginaste algún día estar sentados conversando en frente de esta maravillosa vista?
—No la verdad que no— respondió— con la voz entrecortada.
Interrumpiendo aquel silencio que nos rodeaba me dijo:
— Gracias Cristhian.
—Quizá fui un padre muy duro contigo, muchas veces vi cómo te afectaba, pero quería que fueras fuerte y que no dependieras de las personas. Porque siempre hay un momento en el cual te decepcionaran.
—¡Es cierto ¡Muchas veces sentía tristeza, pero entendía porque eras así, tras todos esos ajetreos que te dio la vida, no era fácil para ti —entendía a mi padre.
—Siempre supe que eras como una estrella, que lo serás para muchas personas, ayudaras a dar rumbo a sus vidas, como lo hiciste conmigo —dijo mirándome fijamente.
—¿Padre, por que dices eso? No entiendo
—Ahora no lo entiendes, pero algún día lo harás, hijo. Entenderás que viniste a este mundo para mejorarlo, como lo hiciste con mi vida.
—Papá, gracias por todo, muchas veces te vi luchar para llevar algo de comer a casa, no pude agradecértelo en su momento, ni tampoco decirte lo mucho que admiraba tu perseverancia, recuerdas cuando no teníamos dinero y nos animabas diciendo ‘’ De que se preocupan, la plata se consigue ‘’.
—Como olvidarlo, si lo que les decía era muy cierto, no servía de nada preocuparnos, es mejor dejar de lado los lamentos y hacer algo para solucionarlos.
—¡Por supuesto ¡
—Bueno, entonces nunca olvides mis sabias palabras— dijo expresando una gran sonrisa.
—¡Gracias ¡— me acerque dándole un fuerte abrazo y rompiéndome en llanto.
—Ya, hijo cálmate —susurro en mi oído.
—Esta bien, solo que me duele la idea de perderte, no sé como enfrentare ese día —lo abrase con más fuerza.
—Mira esa puesta de sol, es perfecta, disfrutémoslo, que sea nuestro recuerdo mas preciado— me dijo entre lágrimas.
—¡Acepto ¡— le dije, tomando un gran respiro.
Esa dicha que uno siente, cuando algo pinta bien es hermoso, estuvimos sentados ahí hasta el anochecer, sin importar el ayer o el mañana, solo ese instante importaba.
CVA