—Mijo… ¡Caray! ¿Quién te viera tan grandote! —bebe su cuba—. Me encanta estar contigo.
Doy un sorbo al wiski.
—Entonces, ¿por qué lo hiciste? Hablo de… ¿Por qué engañaste a mi mamá? ¿Por qué nos abandonaste cuando éramos unos niños que te necesitábamos? ¿No te daba lástima siquiera ver nuestras caritas bañadas en lágrimas?
Suspira. Enciende un cigarrillo.
—La verdad —inhala—, no sé. Es algo de lo que me avergüenzo. ¿Sabes? De hombre a hombre, te digo que estando ahí, sintiendo el tacto de otra persona, no sientes el pecado… Y sí. Fui un tonto. Cuando vi las fotos de las graduaciones de tu hermano y tuya, me di cuenta de todo lo que me había perdido.
—Sufrí mucho papá y pensé que jamás te lo podría perdonar. Pero —lo atraigo hacia mí—, gracias a lo que pasó, me volví fuerte. Y, te amo. Te amo porque siempre, a pesar de todo, serás mi papá. El que sí iba por mi a la escuela. El que me contaba cuentos. El que me enseñó que un hombre debe trabajar por lo que anhela.
Enciendo otro tabaco.
—Qué tonto…
—Todo pasó por algo… Tranquilo. Estaba escrito que debía suceder así.
Sonreímos. Terminamos nuestras bebidas.
Estoy convencido que todo pasa por algo, y hace bien el hijo en no guardar rencores, al final del día es su padre y sólo Dios lo juzgará.
No aflojes en los últimos retos. Bien usados los guiones, pero la historia, conexión, se desarrolla muy rápida, sin el tiempo de que el lector se involucre.