—Pa, ¿puedo entrar? —di unos golpecillos a la puerta de su cuarto y giré la perilla.
—Sí, ¿te pasa algo hijo? —entré sigiloso. Él sonreía y se sentaba en el colchón.
—No nada, —miré por toda la habitación— bueno sí, es que… —ordenaba mis pensamientos— pocas veces hablo contigo a solas y quiero agradecerte por ser tan bueno conmigo —respiré profundo.
—Hay hijo —carraspeó y con suavidad añadió— no tienes nada que agradecer, además no siempre fui de esa manera.
—Lo sé pa, —le sonreí mientras me sentaba a su lado en el colchón— pero ahora te comprendo mejor y quiero pedirte algo.
—Haber dime —arqueó una ceja— ¿seguro o te pasa algo más?
—Si, si, pa, ¡estoy seguro y estoy bien! es solo… —empuñé una mano sobre la otra y me troné los dedos— es solo que quiero disculparme contigo.
—¡Como crees! —colocó su mano en mi hombro— no hay nada que disculpar, más bien discúlpame tú a mi por no entenderte ni apoyarte siempre.
—Pero ese es el punto, te esforzabas mucho por entenderme, llevarte bien conmigo y yo no lo veía —las manos me sudaban— no siempre fue color de rosa, estuviste para mi en los momentos opacos también y hoy que lo veo me arrepiento por juzgarte tan duro y exigirte tanto.
—Yo también me equivoqué —agachó su mirada— no fui un padre perfecto y muchas veces te exigí y quise moldearte a mi manera con palabras sin ser un buen ejemplo, fue un error —acarició mi cabeza.
—Recuerdo que por eso te llevaba la contra y te hacía enojar —moví la cabeza de un lado a otro— pero sin esos días hoy no podría verte con claridad, aprendiste como amarme y darme todo, todo y más —hablé sin parar— me comprendiste cuando nadie más pudo, convertiste tu alma para darme tranquilidad, me apoyaste hasta cuando fui injusto mal interpretando tus cuidados y apartándote, no te merecía ni te entendía —aspiré profundo y exhalando añadí— ¡perdóname por tanta inmadurez! sé que estaba equivocado.
—No hay nada que perdonarte —me abrazó.
—Gracias pa —lo apreté con fuerza.
—Gracias a ti por ser cariñoso conmigo, te amo mi hijo —lágrimas cayeron por mis mejillas.
—Y yo te amo —suspirábamos— ¡te amo mucho papá!
Moises Benav.
Muy bien el diálogo. Ahora a corregir ortografía.
Gracias Romi, lo reviso.
que hermoso cuando demuestras el verdadero amor a los padres me gusto
Gracias Yesenia Cortés por leerme. Que alegría que te gustó mi escrito, es bonito decirle a todas las personas lo que sientes. Saludos.