Habíamos peleado días antes por lo mismo de siempre: “La atención”, la culpable obviamente debía ser yo, él así lo decía. Durante esos días no recibí llamadas, él sabía dónde estaba, pero nunca apareció. El día que tomó valor para llamarme yo me encontraba en casa realizando informes de la materia más odiada. Contesté, supongo que había estado bebiendo más de la cuenta porque casi ni se le entendía y en el fondo se lograba escuchar música de lo que había sido una fiesta. La llamada estaba cargada de gritos, insultos y hasta escenas de llanto que yo jamás escuché de él, mientras le pedía que se calme se escuchó una voz femenina preguntándole: “¿Con quién hablas, amor?”.
No voy a mentir, el corazón casi se me sale del pecho cuando escuché la voz de aquella muchacha, porque en ella podía sentir el mismo cariño que yo sentía por él.
Pese a mi disgusto algo me frenaba para cortar la llamada, y ese algo sería su amiga que pronto le arrancharía el teléfono para decirme: “Me alegro mucho que hayan terminado”, me entró la espinita por saber “Porqué”, pero mi insistencia fue vaga y casi sorda para ella, ya que inmediatamente cortó la llamada y apagó el celular.
Minutos más tarde, un amigo de él me llamó preguntándome que había pasado. “Tú sabrás”, le dije. Comenzó por pedirme disculpas pues él, como todos sus amigos sabían algo que yo no.
“Te engañó desde siempre. La semana pasada nos contó que había salido con una compañera de trabajo y se acostaron”. Debo admitir que, como toda persona me sentí humillada y hasta usada, pero no lloré. Me mantuve en el pensamiento de “Mañana lo arreglaremos, mañana le llamaré y le preguntaré, porque sé que no es verdad”.
Al siguiente día se dio la oportunidad de hablar. Él mostraba la actitud de víctima, me evadía la mirada y casi ni hablaba, comenzó a decirme egoísta y mala persona. Por fin me decidí: “¿Qué se siente acostarse con tu amiga del trabajo?”.
El escrito está muy bien, pero recuerda, narración es acción, movimiento. Revisa el reto en el libro.