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RETO 17 (Por Egoísmo)

Fue en ese techo, mi lugar favorito de la casa, con las estrellas como testigo y la luna que cubría mi llanto, que decidí tomar acción y aceptar las consecuencias de lo que acontecía. Había sido confrontado con mis intenciones pues había perseguido y logrado entablar una relación “amorosa” con una compañera de la preparatoria. Las comillas son intencionales pues mi intención era egoísta, no amorosa, no la buscaba motivado por sentimientos nobles, más bien era impulsado por un deseo de demostrar que podía conquistar a una chica, quería probarme a mi mismo y a otros que me era posible conseguir a una chica se fijara en mí. Para esto recurrí a estrategias, jugarretas propias de una persona codiciosa que solo se interesa por el bien propio, dejando de lado el amor o cualquier sentimiento positivo que pudiera tomar parte.

Como ya dije, se me confrontó con mis acciones despertando en mi la voz de la conciencia y el sentido del buen obrar, mismo que me entristeció impulsándome a buscar un lugar apartado para llorar y desahogar la pena que me acongojaba. Clamé al cielo por perdón sabiendo que lo encontraría, pero que también debería de afrontar la situación como era debido. Descendí del techo dirigiéndome a mi alcoba para poder dormir, pero sin éxito pues solo repasaba lo que le diría a la mañana siguiente a quien por el momento era mi novia.

A la mañana siguiente me dediqué a terminar con mis deberes escolares, esperando hasta el final para hablar con ella. Siendo sincero, no recuerdo mis palabras con exactitud, pero recuerdo su reacción de enojo contenido mezclado con dolor y decepción. Al final ella se retiró, llevándose la carga que oprimía mi corazón y dejando un rastro de arrepentimiento que me impedía verla a la cara. Sin duda había hecho lo correcto, pero era tarde pues las heridas ya se habían formado y no desaparecerían con una simple disculpa, lo que se hizo evidente al siguiente día y a partir de este con ausencias prolongadas que terminarían por darla de baja en la escuela. Es obvio que en ese periodo no tuve contacto con ella, ni siquiera recibía noticias de su estado, al menos hasta unos meses después cuando llegó a mi una nueva que me enseñaría a mis 17 años que todo puede cambiar en un instante por las decisiones que tomamos.

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