El tiempo había corrido demasiado a prisa, haciéndolos cambiar su evidente camaradería, por besos y caricias cómplices. Los ánimos se comenzaron a elevar a tal grado, que las caricias se transformaron en manotazos. Los de él con afán de lastimarla; los de ella, para defenderse. Entre más manotazos le propinara, él se los regresaba con el doble de fuerza.
Abrió la puerta del coche, tenía que irse de ahí. Roberto no lo permitió, volviendo a actuar de manera dulce, acariciándole los muslos, besándole el dorso de la mano, elevando la temperatura hasta volver a ser el mismo que le había puesto la mano encima.
“Quiero irme”, pidió tras otro manotazo ardiendo en su pierna. Se aferraba a irse de ahí. Sin más, la respuesta a su petición se vio enmarcada por unas grandes y toscas manos, las cuales se apretaron contra su cuello, impidiéndole respirar. Asustada, trató de quitárselas de encima, acomodándole un par de golpes más para abrir la puerta. Nuevamente el brazo de Roberto la jaló para impedírselo. “Ya voy a llevarte a tu casa.”
La desesperación la hizo actuar, maniobrando con el volante para distraerlo. Él le gritó que podía haber chocado. Ella le contestó del mismo modo, que no le importaba, quería irse a su casa.
En el camino, decidió abrir la puerta del coche, dispuesta a saltar, consciente del daño que se haría. “¡Estás loca de los cojones!”, gritó furioso. La chica quiso llorar, estaba viviendo una pesadilla. Por fortuna, faltaba poco para llegar.
Cinco minutos más tarde, una vez estacionados, hizo amago de bajarse a acompañarla a la puerta. Ahora ella lo impedía.
“Vete, ya me trajiste, no es necesario que me acompañes hasta la puerta”, eso provocó que el chico se fuera como alma que lleva el diablo.
Una vez a salvo, creyó que esas palabras lo iban a alejar. Sin embargo, el tono de llamada mostrándole el nombre de Roberto en pantalla, decía lo contrario.
AL primer párrafo le falta forma. Recuerda el tema de la conexión, dibuja el momento, el lector debe sentir la fuerza de lo que allí ocurre. Ya en el segundo párrafo lo logras mejor.
Es increíble la cantidad de historias, reales, que se encuentran de este tipo de situaciones, donde las mujeres se someten a este tipo de tratos, y muchas veces no es por gusto o no se encuentran ahí porque ello sea lo que quieren para sí mismas.
Sería bueno que, a la par de este tipo de escritos, vaya escrita también la reflexión que estás personas obtienen de la vivencia de este tipo de situaciones, esperando que quienes se encuentren de esa manera puedan tomarlo de referencia.