Después de haberla seguido por varias calles, estuve a pocos centímetros de ella, aun dudando extendí mi brazo y toqué ligeramente su hombro. Dio la vuelta rápido cambiando su alegre semblante a uno más reservado dejando en claro la distancia que quiso mantener. Aunque intenté ser amigable ella no ayudó, actuó muy cortante, fría y cautelosa al hablar conmigo. Había soportado la misma actitud por algunos días que aquella tarde ya no pude más.
Me detuve y despacio empecé haciendo muchas preguntas esperando que todas tuvieran su respuesta lógica o al menos que fuesen comprensibles pero esa búsqueda elevó mi voz convirtiéndolas en vehementes reclamos producto de mi frustración. Me miró llena de coraje, sus insensibles ojos advirtieron que mis palabras no se quedarían así. Habló fuerte desahogándose por lo que había pasado ese tiempo y como filosas dagas clavándose en mi corazón usó las frases correctas para hacerme daño. Traté de defenderme o al menos que no me doliera tanto, pero no pude. Fui abatido.
Se quedó callada sorprendida por lo que dijo, volteó con rapidez para volver a caminar. Quise tomar su mano pero no tuve el valor, solo la seguí intentando mantener la distancia entre nosotros. Habló con un tono más suave como intentando disculparse pero al verme tan lejos de ella levantó la voz: “¡¿Por favor quieres caminar a mi lado?! ¡No te golpearé si eso piensas!”. Obedecí muy confundido.
Llegamos a la estación de autobuses y sin esperar mucho apareció el automotor que la llevaría. Ella dio algunos pasos hacia adelante esperando que el conductor la viera para al fin marcharse, no tenía nada más que hacer ahí. “¿Entonces se acabó?”. Pregunté exhausto. Me miró por unos segundos y bajó la cabeza, ella sabía que si se quedaba aun tendríamos oportunidad pero si se iba todo terminaría. Cerré los ojos esperando a que decidiera.
Bien la escena elegida, y el gancho narrativo, nos falta más trabajo en la corrección. Lee en voz alta, fíjate como suena cada frase, qué falta… qué palabra no se corresponde…