Aún no era época de verano, pero el día era precioso. Único. Fran estaba en una zona en donde la tierra se ponía en contacto con el mar, donde las colinas eran cubiertas de arena fina, donde le hacía sombra a su cálida y fino aroma de la piel de Jamile.
En el lugar no llegaban muchas personas, se encontraban sólo ellos dos, a la puesta del sol y al deleitable sonido de las olas chocando contra las rocas.
Jamile buscaba entre sus cosas la ropa que debía ponerse para un baño. Mientras Fran deleitaba la escena que estaba por comenzar, pero no era como lo imaginó, ella le dijo que agarre la toalla y la tape mientras se ponía cómoda: ¡No me veas! ¡No me veas! Le decía entre carcajadas. Al desprender la toalla, él se quedó fijo, su mirada se perdió al contemplar lo que veía: la tarde lustrosa, la poca presencia de más personas, el short claro de Jamile que dejaba entrever la hilera de la ropa interior, su volumen luminoso.
Se limpió la gota de sudor en su frente y se introducieron en los brazos del mar. Ella sin saber nadar se inclinó con autoridad a los brazos de él. Tragó saliva y tomó de su cintura. Él la miró, mientras ella cerraba los ojos, el agua jugaba con su cabello entrecortado, en posición boca arriba. La tenía agarrada de la cintura, quiso explorar su cuerpo pero ¡no! No podía hacerlo, la pasión de amor había despertado en él, en respetarla, cuidar su cuerpo era lo que debía hacer. Pero claro. No era de juguete, la corazonada de querer besarla, tocarla y aventurarse en ella, era cada vez ¡más! Sabía que si se atrevía, las caricias llegarían cada vez más íntimo y perdería el control. Trató de volver en sí, él la respetaba, se estaban conociendo. Su amor era más grande que su fogosidad.
Cuando salieron del mar, él tuvo el privilegio de cargarla en sus brazos hasta llegar a la orilla. La reposó en la arena, Jamile estaba agotada y descansó un poco. Mientras Fran seguía en el sueño despierto de tocar su alma.
Fran Fernández
Céntrate en un instante. Si es en el que están en el mar, que sea ese, y toma una fotografía de él… pero en palabras.
¡Huy! Está bien Romina. Gracias. ¡Practicaré más ese tema !