Aquel día salí con Iveth, fuimos de caminata a una montaña. El día estaba soleado, llevamos comida. Nos quedamos a descansar en medio camino, era una pradera casi horizontal, el césped nos llegaba a los tobillos. Buscamos un árbol que nos protegiera del sol; era un día hermoso. Tendimos un mantel, nos sentamos y comimos, después nos recostamos.
Estaba de espalda en el suelo con mis brazos en mi abdomen, cerré los ojos y pude sentir el suave viento que movía las hojas; aquel árbol dejaba pasar pequeños rayos de luz. Iveth empezó a cantar una canción, apenas la escuchaba, entonces abrí los ojos y la vi recostada a mi derecha jugando con una rama, se veía hermosa. Llevaba una blusa azul, un poco transparente y un pantalón ceñido. La vi y la amé, cuando ella se dio cuenta rápidamente se puso de lado y empezó a hacerme cosquillas, yo no la aparte solo me retorcí en mi sitio, ella ceso en un momento y se quedó viéndome, yo evite el contacto visual, en esa postura, yo estaba frente a su escote y podía observar gran parte de su piel, en ese instante la deseé, siguiendo mis instintos la tome por la cintura y ella se dejó caer sobre mí, apoyo su abdomen sobre el mío, su cabeza quedo alado de la mía y una de sus piernas cubrió mis muslos. Nos quedamos así, quietos, sintiendo el roce de nuestros cuerpos. Podía sentirla respirar, dejé que mi mano derecha recorriera su cintura, ella no dijo nada, casi podía sentir su piel, casi podía escuchar sus pensamientos pidiendo que la tomara. El tiempo se detuvo, ella levanto la cabeza rozando nuestras mejillas y me besó. Sus labios estaban húmedos y tibios, ella presionaba su cuerpo sobre el mío, como esperando que en un momento dado la presión hiciera que nuestros cuerpos se fundirían en uno solo. Mi mano se aventuró por debajo de su blusa y entonces ella susurro apartando ligeramente sus labios -¿Qué haces?.. Si continuamos, no podré parar.
Nos besamos unos minutos más y después nos fuimos. Teníamos diez y seis años.
David Choque Zabala
Muy bien escrito.