El día de mañana voy a volver a sustentar el examen Privado, es todo o nada, si pierdo otra vez, mi vida se derrumba, tengo nervios, en la madrugada se me quita el sueño, después de dar varias vueltas en mi cama, veo la hora en mi reloj son las seis de la mañana, por lo que decido salir a caminar para despejar la mente, camino hacia la montaña junto a mi perrito Rufo, mi fiel acompañante.
Al entrar a la montaña hay una subida, empiezo a escalar pisando la grama verde, al encontrarme en la mitad se vislumbra un hermoso paisaje, es un momento único, el anaranjado del amanecer en el cielo que anuncia que el sol está a punto de salir, el canto de las aves, el verde de los cipreses a mi alrededor, el olor a humedad en el rocío de la grama, respiro el aire puro, alzo la mirada al cielo siento una conexión con Dios, el ambiente me inspira esa paz, esa calma, la seguridad que todo va a estar bien.
Siento el viento soplar, me conecto con la creación de Dios y la convicción que ese viento es la señal de un nuevo amanecer para mi vida, el inicio de una nueva temporada, empiezo a llorar, estoy por despertar de la pesadilla de la derrota, la certeza que la oscuridad retrocederá y la luz brillará nuevamente en mi rostro, la energía de ese momento me llena de inspiración para enfrentar mis gigantes y vencerlos de una vez por todas.
En el vivo vimos la diferencia entre narración y descripción.