No sabía si la carpa se me hacía pequeña o que ya era muy grande para ir de campamento con mi padre y hermano, pero a pesar de haber caminado todo el día, no podía dormir, y parecía no ser la única.
Tumbados mi hermano, papá y yo, nos movíamos como gusanos dentro de nuestras bolsas de dormir. De pronto, vi la imagen oscura de la mano de mi padre alcanzando la parte superior de la tienda. Desplegó el cubre techo de la carpa, ahora, lo único que nos separaba del firmamento era una delgada maya transparente que dejaba entrar levemente el aire.
“¡Miren!”, nos dijo mi padre apuntando ese cielo despejado. “¿Recuerdan las constelaciones o no?”.
Acabando de decir eso empezó con su índice a dibujarlas, enlazando las estrellas una por una haciendo la Cruz del Sur, Orión y así sucesivamente. De inmediato, eran tres manos diferentes señalando al espacio de aquella luna menguante. A medida que íbamos descifrándolas juntos, la noche nos pareció un libro abierto con muchos enigmas y se nos olvidó el frío de la montaña.
“¿Aún recuerdas las historias de esas constelaciones, ‘viejo’?”, preguntó mi hermano.
“¡Claro!”, respondió el ‘viejo’. Creo que fue el escuchar a aquel hombre de 60 años –que siempre hablaba de realidad política y social– hablarnos esa noche sobre las estrellas, que hizo que colocara mi cabeza sobre su pecho; escuché el latido de su corazón suave. Sentí a alguien del otro lado hacer lo mismo. En ese momento mi padre tenía envolviendo en sus brazos a sus dos hijos. Nos besó la frente y se aseguró de que nuestras espaldas estén abrigadas. Una vez hecho eso, empezó a narrar esas historias, teniendo como fondo musical a los insectos nocturnos. Yo cerré los ojos y me sentí niña otra vez.
muy bonito¡
Gracias! Buenas vibras 🙂
Que lindo recuerdo.. me ha enternecido
Aww… me alegra leer eso 🙂
Bien escrito, pero vuelve a leer en el libro el punto de DESCRIPCIÓN