Aquí estoy… entrando al hospital Materno Infantil. Quiero abrazar a mi hija. Han sido 7 días sin ella. Está internada por distress respiratorio y bilirrubina alta.
Quisiera volar hasta su cuna, pero la herida duele. Fui cesárea. Tengo una mano en mi pelvis y la otra en la cintura. Camino lento. Mudo los pasos. Uno a la vez.
- Llego al ascensor. Está dañado. Mi esposo y yo, subimos las escaleras. Ya en la sala, firmamos la salida. Me la entregan. La abrazo una y otra vez. Admiro su piel. Es rosada, suave y tierna. Tiene manos finas y dedos largos, como pianista. Sus piernas están gorditas. La volteo. Observo un lunar en su glúteo. Es herencia paterna. Su cabello es oscuro, con rulos. He posado mi nariz en su mejilla, ¡huele tan rico! Sigo extasiada. Sus ojos medianos, color miel. Su boca hace juego con su nariz y orejas. ¡Qué pequeñitas! Me quedo asombrada y pienso, ¡Es hermosa! ¡ Tiene un rostro angelical!. Cubro su cuerpecito. Un vestido rojo tejido a mano, viste a mi princesa. Lleva un lazo en su cabeza, que la hace más muñeca… La nena irrumpe en llanto. Me alerta, no ha comido. Poso las manos en mis pechos. Me duelen al tacto. Alimentarla no será fácil. Está acostumbrada al biberón. Salimos de aquella sala. Bajamos al loby. Nos sentamos cómodamente. Con la nena en brazos, la volteo hacia mi lado derecho. Descubro mi pecho. Es sorprendente. Se ha pegado en forma natural. Veo sus ojos, como buscando mi rostro. ¡Amor a primera vista! Agradezco al Creador, con mi rostro humedecido. ¡Iniciamos el apego madre-hija!
Arianys Núñez
La conexión madre – hijos es inexplicable y hermosa.
Es inexplicable y a la vez tan hermosa… gracias Reymarie
Hermoso texto. En el vivo vimos la diferencia entre narración y descripción.
muy emotivo pero conciso