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Reto #15: Amistad y Traición

Pasado:

Fabio se dirigía a la casa de su amigo Andrés, se notaba entusiasmado, había esperado toda la semana ese momento, era la final del fútbol costarricense. El ambiente en las calles significaba una fiesta para aquellos seguidores de los cuadros finalistas, soplaba la brisa fría de diciembre.

Con camiseta y bandera se aproximó a la casa de su amigo, tocó el timbre con premura y su amigo apareció enseguida, también portaba su indumentaria alusiva al mismo equipo, con una sonrisa ansiosa lo invitó a entrar.

Una vez dentro, Fabio contempló con asombro el acomodo de los muebles y la televisión, estaban en la posición perfecta, había gaseosas y productos para consumir durante el juego. La casa además estaba decorada con adornos navideños de la época, no faltaba el portal ni el árbol y las lucecitas de colores alumbraban parte de la sala.

Tomaron posición de espectadores en los sillones para presenciar el anhelado encuentro. Sonó el pitazo inicial y el equipo de ambos empezó a tomar el control del juego, todo parecía marchar según lo previsto, pero los minutos transcurrían en su inevitable curso y la angustia poco a poco se dibujaba en sus rostros. No caían anotaciones.

Terminó el juego con empate en el marcador lo que exigió mandar al alargue, noventa minutos no bastaron para un encuentro tan disputado, pero aún faltaba la etapa final. Fue finalizando el segundo tiempo extra cuando cayó el ansiado gol, clamores de alegría reventaron en la casa, ambos corrieron por los alrededores gritando hasta perder el aliento, se abrazaron y cantaron hasta el pitazo final. “¡Campeones!”, “Liga Campeón” se escuchaba a una sola voz, como si se hubieran fusionado en ese preciso instante.

Celebraron a más no poder hasta tarde por la noche cuando Fabio decidió retirarse a su hogar, se despidió de su amigo con un abrazo y un fuerte apretón de manos, supo en ese momento que la amistad de ambos se había fortalecido como un roble.

Presente:

Entro al salón y observo un asiento vacío posterior a él, me dirijo hacia donde se encuentra con calma y ocupo el lugar sin premura, el ambiente en la clase es liviano, se escuchan tenues murmullos incapaces de romper la pasividad del sitio, la claridad irradia parcialmente las ventanas.

Giro mi cuerpo para saludarlo, le brindo mi mano y él me corresponde el saludo de manera cortés como de costumbre, descubro que lleva puesta su peculiar camisa metalera que lo identifica, le hago mención a su atuendo con gesto agradable, él ríe.

El profesor aún no inicia la clase, se muestra un tanto preocupado. Quizá presente alguna falla técnica, pero decido no prestar atención. Escucho la voz de mi compañero de al lado que me llama y me mira con gesto burlón, lo observo extrañado, no dice una palabra, sólo me muestra su celular, quedo estupefacto al descubrir en su móvil una imagen de mi espalda con un filtro ridículo, de inmediato volteo hacia mi compañero de atrás, “metalero”.

Lo miro con enojo y él sonríe, cuando me dispongo a dar mi reclamo escucho más risas que se extienden por la clase, ¡la foto ya es viral entre los compañeros! No digo nada y volteo avergonzado, me cambio de sitio con rapidez y me instalo en un asiento más cercano al profesor. La cara me arde debido al espectáculo y siento mi interior llenarse de odio, un deseo incontenible de golpearlo surge de la nada, me esfuerzo por evitarlo.

El profesor se encuentra a punto de iniciar la clase, mientras tanto mi mente proclama: “Maldito traidor”.

 

 

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romina
3 años desde

Bien los tiempos verbales. Sigamos buscando conectar, trasladar al lector a ese momento.