Primera persona
Gotas de sudor refrescan mi frente, aun así, el fogoso calor logra sonrojar mis mejillas. Observo a mi hermana acomodar la leña en la fogata, mientras que mi madre guarda la comida en el auto, alejándola de los insectos y mi padre planta semillas de calabaza al otro extremo del terreno, a la orilla de la cerca. Escucho el canto de las avecillas y el choque de las hojas de los árboles al caer. Una tarde en el campo. Aire alentador para el alma, para el humano que llevamos dentro.
Tercera persona
Daniela no se ha levantado del sofá desde que llegó a su hogar. Tiene la mirada perdida y rastros de llanto en los caminos de lágrimas dibujados en su rostro. Esta noche se ha enterado que Ana, su mejor amiga ha sido la culpable de su desgracia, de una reputación que desconocía. Ha sido traicionada y no solo por ella, también por una amistad de siete años de relación. Una falsedad. Que desastre. Daniela se levantó de su lugar y se dirigió a su habitación, era vergonzoso para ella seguir lamentándose en el área común, expuesta a las críticas de su familia.
Segunda persona
Me ahogo entre recordatorios y lo ojos me pesan en desvelo. Espero que entiendas mi frustración, se me ha terminado el tiempo y el trabajo sigue acumulado en mi escritorio, pero la tranquilidad vuelve a mi cuando recuerdo que en pocos días te volveré a ver, las llamadas telefónicas son monótonas y casi falsas, no puedo observarte, ni tocarte. No olvidó que me prometiste llevarme a conocer el río que corre cercas de tu hogar, estoy muy entusiasmada, con ansias cuento los días para volverte a abrazar.