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Reto 13. Exceso de velocidad

Exceso de velocidad 

Trama:

  • Paseo con papá. Papá nos recoge en la iglesia para ir a almorzar a Boquete. Iba con su novia. Comimos nuestra típica pizza en la Posada Boqueteña. Decidimos hacer turismo interno.

  • Los Molinos. Visitamos un cañón turístico en  Hacienda Los Molinos. Disfrutamos el rico clima templado y los jardines. Decidimos regresar porque empezaba a llover.

  • Fuerte cefalea. Mi hermano empieza a quejarse de un fuerte dolor de cabeza. La lluvia cae fuertemente. No se logra ver con claridad la carretera. 

  • Accidente. Papá se desespera con el llanto de mi hermano. Decide ir directo al hospital. Empieza a acelerar. La calle está empapada. Siento miedo. Recuesto a mi hermano en mis piernas y lo aprieto contra mí. Mi padre rebasa un autobús mal estacionado. Esquiva un taxi que sale sin aviso de una entrada a la izquierda. Mi padre pierde el control del volante. Nos vamos a estrellar. 

  • No me puedo mover. La voz de mi hermano me despierta. Papá abre el maletero. Mi cabeza no se sostiene. No me puedo mover. Una plancha de vidrio debajo de mí no se quiebra. Al menos estoy viva.

  • Ambulancia. Los paramédicos me aseguran a una camilla e inmovilizan el cuello. Pierdo la consciencia por momentos. Veo a mi hermano en otra camilla. Dicen que está bien.

  • Hospital. El médico debe operarme de urgencia. Mi cuello está fracturado y puedo quedar paralizada. Todos estamos de acuerdo. Me llevan a cirugía. Estoy confiada. Despierto y veo a mi madre a mi lado. Está cantando. Le sonrío. Me dice que lo peor ya ha pasado. 

Relato:

El tono desesperado en la voz de mi hermano me despierta. Está preguntándole a mi padre por mí. ¿Qué pasó? ¿Qué hago aquí? Las imágenes son confusas en mi mente, y un extraño dolor recorre mi cuerpo. Le respondo, pero mi voz sale muy frágil. Me siento aturdida. Aún así, logra escucharme porque alerta de inmediato a mi papá, quien sale a mi rescate. Abre la puerta del maletero, de la 4Runner azul, y mi cabeza cae en el acto ¡No puedo sostenerla! Mi padre se percata porque levanta su pierna y la coloca debajo de mi cuello para soportarlo. Con sus brazos acaricia mi frente y me pregunta cómo estoy, cómo me siento. Le respondo que no me puedo mover, me duele mucho la espalda. Su rostro se ha paralizado, no identifico su expresión. Revisa, con el ceño fruncido, debajo de mí.  Busca mis ojos y me dice: ¡Es un milagro! Debajo de ti hay una plancha de vidrio, que llevaba para fabricar una ventana, y no se ha roto. Mis ojos se abrieron sorprendidos ¡Al menos estoy con vida! Siento la lluvia fría caer en mi cara y otra vez me desvanezco.

Es mi día favorito: sábado. Acabamos de salir de la iglesia. Mi hermano y yo estamos contentos porque iremos a almorzar con papá. No tarda mucho en llegar. Al entrar a su auto, notamos que no está solo; la silla del copiloto la ocupa su novia. Saludamos con entusiasmo y preguntamos a dónde iremos. Mi padre propone la típica pizza en La Posada Boqueteña. Nos agrada la idea. El trayecto es algo largo, pero aprovechamos para ponernos al día. Entre risas y canciones, llegamos a nuestro destino. Almorzamos y decidimos hacer turismo interno. Visitamos el Cañón del Río Cochea, en Hacienda Los Molinos. El clima templado y las hermosas vistas hacia el Volcán Barú son un gozo perpetuo. Un delicioso aroma me envuelve, es el jazmín y las rosas que danzan con el viento y embellecen el jardín. Estar en contacto con la naturaleza siempre me ha dado una sensación de libertad, de conquista. Como si no existieran límites para hacer realidad mis sueños. Una llovizna moja mi cara, que apunta hacia el cielo. Mi hermano hala mi brazo diciéndome que nos vamos porque va a llover. 

¡Mi hermano! ¿Cómo está él? Veo una ambulancia. Los paramédicos me suben a una camilla e inmovilizan el cuello. Las luces de la ambulancia parpadean, pero no escucho nada. Estoy como en un estado, muy profundo del sueño, que no me permite mirar con claridad. Pierdo el conocimiento por momentos, pero escucho que él viene conmigo, y que está bien. 

En el auto, mi hermano se empieza a quejar. Le duele mucho la cabeza y se aprieta fuerte el ojo. La lluvia cae sin parar y no se ve la carretera con claridad. Mi papá empieza a desesperarse con el llanto de su hijo. Recuesto a mi hermano sobre mis piernas y lo aprieto fuerte contra mí, mientras el auto acelera para llegar rápido al Hospital. Pero, la calle está muy mojada y un autobús recoge pasajeros a la orilla de la vía. Mi padre se abre para pasar, pero no frena, y un taxi sale por el lado contrario haciéndolo perder el control. Tengo miedo. Nos vamos a estrellar ¡Cuídanos, Dios!

¡Tuvimos un accidente! Mi mente empieza a recordar. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero estoy acostada en la camilla de un hospital. Veo a mis padres hablar con un médico. Se acercan a mí y toman mis manos. Me dicen que deben operarme de urgencia porque mi cuello está fracturado. Entiendo que es grave, pues me gusta la medicina y sé que esas fracturas son mortales, y que pueden dejar paralítico al que sobreviva. Afortunadamente, mi hermano, papá y su novia se encuentran bien, lesiones menores. Todos estamos de acuerdo y comprendemos que amerito la cirugía. Me siento confiada, descanso en las manos de mi Creador; él dirige mi vida. Entro al salón de operaciones; una vez mis ojos se cerraron, no sabría si volvería a abrirlos. 

Una conocida melodía me despierta. Es mi madre cantando. Miro sus ojos y le sonrío con dulzura. Ella, tiernamente besa mi mano y me dice que la operación ha sido un éxito ¡Lo peor ha pasado!

-Saranyi Driselley-

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romina
2 años desde

Léelo en voz alta, hay algunas fallas en el uso de la alternancia, sobre todo en la segunda parte, cuando dice lo del hermano.