Siento como su mano tiembla al presionar el arma contra mi cabeza, siento el sudor frío recorrer mi espalda. Él sigue gritándole que nada hubiera pasado si ella se hubiera alejado de mí, ella solo jadea, llora desconsolada, pero ni una sola palabra sale de su boca. De solo imaginar que mi madre llorará y su alma se desgarrara si no logró salir de esta, me destroza el corazón.
La punta del arma está en mi cien, mi cuerpo está sudoroso y adolorido por la pelea previa. La miro y puedo ver como sus lágrimas corren por sus mejillas, en un intento de calmarla le digo que todo estará bien, él se ríe y se burla de mi situación. Al parecer teníamos que llegar a esto ya que ninguno de los dos podríamos vivir si el otro sobrevive.
Ya hace unos meses que lo sospechaba, ella frecuentemente evitaba nuestras citas y siempre tenía algún pretexto para no verme. Un amigo me dijo que la vio hablando con un oficial de tránsito, aunque lo pensé un momento, no hay comparación conmigo, ya que soy oficial de policía.
Quise confrontarla con lo que escuche, pero al verla sonreír no pude, sin embargo la duda estaba palpitándome en la mente todo el tiempo. No pasó mucho para que otro compañero me comentara lo mismo, pero estaba vez me dio un dato muy importante, el número de placa de la motocicleta.
En una noche estaba con mi hermano menor afuera de la casa, después de un día largo de trabajo, me di cuenta que había una motocicleta de tránsito a unas escasas casas. Miré, pero estaba lo suficientemente lejos para que no distinguiera las placas, en eso mi pequeña sobrina salió, con sus rizos dorados moviéndose de un lado a otro mientras ella brincaba y jugueteaba.
Mi mente seguía concentrada en la moto, quizá y era la misma. Mi sobrinita se acercó a mí después de molestar a mi hermano, siempre diciéndole Chucho pu… , Chucho pu…, Eso lo molestaba tanto, siempre me reía de su rostro, pero esta vez estaba muy ocupado tratando de controlar mis celos y mis pensamientos dañinos.
Le pedí a mi sobrina que se dirigiera a la moto y me dijera el número de placas. Ella fue de inmediato, brincoteando mientras tarareaba una canción que en ese momento me pareció irritante. Regresó de la misma forma y me dio la información que le pedí.
No era el número pero eso no me tranquilizó. En este momento, al recordar todo eso, me hace ver lo estúpido que fui en el pasado, el hecho que involucré a mi pequeña sobrina y no fui consciente de lo frustrado que estaba ese día. Aún siendo el frío del arma, volteó mis ojos para verla de nuevo, sollozando.
Siempre peleaba con mi hermano, pero un día en especial, ese día le golpeé en el rostro, él me vio con ojos de odio pero no pensaba detenerme hasta reeducar a ese mocoso. Mi hermana se involucró esta vez, me abofeteó y luego a mi hermano, siendo la casa de ella entendí porque estaba tan molesta. Al fin que somos familia, me di cuenta que ella también quería reeducarnos.
Nuestra madre gritó que nos detuviéramos los tres, pero mi hermano empujó a la dueña de la casa y salió corriendo por todas las habitaciones, mientras mi hermana corría detrás de él para pillarlo de los cabellos. Mi linda chinita salió de su recámara, no sabía qué pasaba, solo vio a su madre correteando a su joven tío, me acerqué a ella y la devolví a su dormitorio, mientras la cargaba en mis brazos ella se aferró con sus pequeños brazos a mi cuerpo, cuando la coloqué en su cama sus ojitos brillaban por las lágrimas que le corrían, no pude evitar sentirme mal y le dí un beso en la mejilla, aunque estaba pasado de copas le prometí no volver a tomar porque no la quería ver sufrir de nuevo.
Estoy con los ojos llorosos, el hombre me dice que le suplique por mi vida, se ríe mientras le dice a ella que no deje de mirar lo que provocó. Me tiene de rodillas en el piso rústico de la casa de ella, estamos solo los tres sin que nadie pueda escuchar los gritos o el llamado de Malena.
Jamás olvidaré a mis hijos, mi princesa hermosa y mi gran guerrero, traté de ser un buen padre a pesar de ya no estar con su mamá, ellos siempre me llamaban papi y corrían a mis brazos cada vez que me veían llegar por ellos a su casa.
En casa de mi hermana siempre jugaban con mi chinita, y ella los adoraba, siendo la mayor siempre los protegía y regañaba mientras jugaban. Los tres eran mi vida, los que me sacaban una sonrisa con su sola presencia.
Lo siento, mis labios susurran, apenas si se logra escuchar mi voz, el hombre piensa que le digo a él y me mira con desprecio, diciendo que no pidió disculpas, sino que rogara por mi vida. Malena sigue desconsolada y yo sin poder hacer nada, él ya le ha quitado el seguro a la pistola, quizá solo me quedé un par de minutos más.
Un viernes por la tarde su vocecita chillona me recriminaba algo que no podía entender, hasta que tomó una de mis botellas de cerveza y la regó en el lavadero, no entendía por qué lo hacía, hasta que volvió a decirme pero esta vez gritando, que le prometí no volver a tomar, y que fallé en cumplir.
Me sentí como un desgraciado, ser el primer hombre en prometerle algo y no cumplirle, ¡vaya! Hasta donde habré dejado su confianza y autoestima, sí su tiíto, fue el primero en engañarla. Me di cuenta de todas las veces que prometí algo y nunca cumplí, a la madre de mis hijos, a otras ex novias, incluso a mi propia madre.
No lograrás huir, tú vas a morir, nosotros seremos libres de amarnos, sin que tú estorbes.
Sus líneas son claras y nada lo hará cambiar de opinión, si tan solo no la hubiera espiado, si hubiera aceptado lo que ella me había dicho, no estuviera en esta situación.
Amor vamos a vernos, le dije a Malena cuando le hablé por teléfono, pero ella volvió a evitar vernos, con la excusa que saldría a hacerle un favor a una amiga, la volví a escuchar extraña y esta vez no quise quedarme con la duda y los celos que me quemaban por dentro.
Decidí ir a su casa, me quede afuera unos minutos, cuando se escuchó a lo lejos el motor de una motocicleta, yo estaba escondido en unos arbustos, así que el hombre no me vio. La rabia corría por mis venas, y mi sangre ardía como lava.
No lo soporte y entre a la casa de Malena solo para confirmar mis sospechas, ella estaba entre sus brazos besándolo y sonriendo, pero el color de su rostro se fue cuando me vio entrar por su puerta. No controle mi cuerpo y me lancé contra él, lo golpeé en la cara y el devolvió el golpe, así que empezamos a pelear, un golpe tras otro, y directo al suelo, lo quería desgarrar con mis propias manos, ella gritaba que nos detuviéramos, pero era demasiado tarde.
Salí del trabajo y vine directo a su casa, por lo cual traigo el uniforme puesto, y no me percaté, que tomó mi arma, con la cual ahora amenaza mi vida.
Siempre escuché que ves tu vida pasar delante de tus ojos cuando vas a morir y eso es lo que ha sucedido. Hoy me arrepiento de tantas cosas que ya no puedo cambiar y de las que no lograré disculparme.
Un grito sale de ella, tan desgarrador como los anteriores, él le grita que se calle, que guarde silencio, mientras sigo de rodillas con mi propia arma en mi cien. La mano de ese hombre tiembla cada vez más, y su desesperación crece a la misma velocidad.
Si quiero salir de esto tendré que arriesgarme y golpearlo para que suelte el arma, pero creo que mi idea ha venido algo tarde, escucho como lentamente rechina el gatillo y el cañón del arma se puso caliente. La veo una vez más, se cubre su boca con ambas manos y grita un desesperado ¡NO!.
Es lo último que veo y mi cuerpo queda tendido en el suelo.
En memoria de mi tío Eri.
Por ti mujer, he conocido el odio y el rencor a temprana edad,
Por ti mujer jamás olvidaré su final,
Y le ruego a Dios nunca volverte a encontrar,
Porque él sabe que mis manos preparadas están.
Recuerda centrarte en UN SOLO CONFLICTO. Una situación, y el momento más fuerte la eliges como apogeo.
buen relato, triste final.