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Reto 13 – Alternancia cronológica – De cuernos y bromas

De cuernos y bromas

“¡Rápido a los árboles gente!” fue todo lo que pudo oír antes de verse abandonadas en medio camino, a merced del toro que se aproximaba a ellas. Adriana sentía pavor, no podía respirar bien y menos con Fernanda cargada en su espalda. Sus piernas parecieran que estaban clavadas a la tierra. Tenía que pensar rápido y el tiempo le jugaba chueco.

Habían planeado ese viaje por semanas. El curso había terminado por lo que Adriana, junto con sus amigos Antonio, Dayner y Fernanda se organizaron para visitar el famoso “Árbol Hueco” fuera de la ciudad. Después de varias de horas caminando colina arriba, entre árboles de Guayacán y tierra lodosa, la euforia bailaba en el aire cuando lo vieron. Su corteza dura y añeja en espiral permitía treparlo por dentro y tomarse fotos para el recuerdo. Eran lo que habían esperado con ansias. “Nada podía salir mal entre tanta felicidad” soltó una alegre Fernanda.

Y ahora, que algo así les estuviera pasando era lo último que habría pasado por su cabeza. La desesperación comenzó a marearla. El toro estaba cada vez más cerca. Quería girar su cabeza, moverse o algo, pero sus nervios no respondían. “¡Hey Adriana tienes que correr ya por Dios piensa en Fernanda!” alcanzó a gritarle Antonio desde árbol. La rabia logró despertarla de su trance, su amiga no estaría en esa situación de no ser por él y su broma.

Llevaban medio tramo de regreso. Luego de almorzar y ver cómo Dayner caía en medio lodo, al genio de Antonio se le ocurrió salir corriendo y fingir que algo lo perseguía y la ingenua de Fernanda, tratando de seguirlo, tropezó con una raíz escondida. Su tobillo quedó del tamaño de una naranja mientras lloraba de dolor, ni siquiera logró ponerse de pie. Adriana le dio un golpe certero en el hombro al bromista y se ofreció a cargarla. De algo estaba segura: nunca dejaría a su amiga en problemas.

Y continuaba con esa consigna: no era opción salvarse sola. “¡Adri! ¡La casa!”, el grito agudo de Fernanda fue como una bofetada que la trajo al presente. Había olvidado por completo esa opción a causa del horror. ¡Se podían refugiar ahí! Tomó aire, agarró bien fuerte a su amiga de las piernas, dejó que sus venas se inyectaran de adrenalina y con los gritos impotentes de sus amigos desde las alturas, avanzó los cinco metros más largos y polvorientos de su vida.

Los seiscientos metros que los separaban comenzaron a reducirse cuando el gigantesco animal los escogió como blanco de ese día. Todo lo que pudo escuchar después fue el “¡Rápido a los árboles gente!” de Dayner.

Poco sabían ellos que después de la broma de Antonio, una hora de camino y una parada turística a esa casa abandonada al lado izquierdo del camino, que ahora era su única salvación, se encontrarían con la presencia y mirada furtiva de un toro adulto, cuyos cuernos se veían tan punzantes que dibujaban una sombra perfecta con el sol de mediodía.

La frustración de ambas era evidente: la entrada tenía alambres de púas con un agujero en medio. No había opción, bajó a una confundida Fernanda y le hizo seña para que pusiera el pie herido entre sus manos. El suelo temblaba, ¡ya venía y directo a ellas! Sin esperar aprobación, de un certero empujón, mandó a su amiga por el agujero e hizo lo mismo, un leve ácido recorrió su espina: una fría cortada adornaba su muslo. El bramido del toro, que hizo eco al ver que sus blancos estaban lejos de él, fue la seña que ellas necesitaban. El abrazo de alivio les devuelve el aliento: ¡Lo lograron! se habían salvado de su potente estampida.

La quietud y el polvo imperaron en el aire. Como si fuera el dueño de la zona, el animal que hace escasos minutos los inundó de terror y desesperación, ahora descansaba a medio camino; inseguros sobre si moverse o quedarse donde estaban, el ladrido de un perro y la voz avejentada de un hombre llamaron su atención.

 

“¡Hasta que te encuentro animal! ¡Detesto cuando te brincas el corral!”.  Las señas de Antonio medio diciendo que el anciano se llevó al toro amarrado de los cuernos, hizo que Adriana se levantara. Los chicos bajaron para ayudarlas a pasar los alambres. Con el peligro al fondo del camino, trataron de continuar su trayecto para lograr alcanzar el bus de regreso. Era una experiencia que un tobillo hinchado y una cortada en el muslo, no les permitirían olvidar jamás.

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JESUS MANUEL SILVA ALQUISIREZ
2 años desde

Jajaja, me hiciste reír en algunas escenas, pero también desesperación y miedo en otras.

¡Muy buen relato, Adri!

romina
2 años desde

Hay algunos problemas en el uso de la alternancia, se confunde la cronología de hechos por momentos. No olvides al lector. Inicias muy bien, pero luego se torna distante el texto.