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Reto #11: Una cicatriz dolorosa

ARGUMENTO (Donde pones la lupa): En la soledad de una habitación intentaba no llorar, el brazo lo tenía totalmente inmóvil  pensando que mi mano en cualquier momento se desprendería e imaginando si volvería a la normalidad.

TRAMA (Una lista de situaciones):

  1. Habitación: Solo en una oscura habitación.
  2. Recuerdos: De a poco rememoré cada instante para saber cómo llegué ahí.
  3. Herida: Tropecé, una botella de cristal que llevaba se rompió cortando mi mano.
  4. Casa: Grité y corrí a casa. Mi padre actuó rápido, enredó un pañuelo en mi muñeca.
  5. Hospital: Me llevaron a urgencias, los doctores desinfectaron el corte.
  6. Gravedad: Mis tendones estuvieron rotos, se debía realizar una cirugía.
  7. Operación: Me llevaron al quirófano. No recuerdo más.
  8. Recuperación: Desperté en otra habitación, conectado a un suero. Pasé un mes en el hospital.
  9. Actividades: Lo que antes era fácil (escribir, comer) se me dificultó. Pasé otro mes de sufrimiento.
  10. Último día: Fui al doctor, retiraron mis puntos y enyesaron mi brazo.
  11. Cicatriz: Tengo una cicatriz transversal que hasta el momento me acompaña.

DESARROLLO (cuenta la historia):

Estuve recostado en una fría e incómoda camilla, la oscura habitación no dejaba distinguir nada excepto una lejana luz en la entrada. Mis dedos no funcionaban y parecía que mi mano se desprendería al mínimo movimiento. Cerré mis ojos tratando de calmarme y recordar cómo es que terminé ahí.

Caminaba rápido llevando una pesada botella de vidrio mientras disfrutaba la cálida brisa nocturna, para un niño de siete años hasta una pequeña variación del clima parecía interesante. Por un segundo descuidé mis pasos y tropecé estrepitosamente con una escalera de cemento, el cristal se rompió al instante pero no entendía porque un líquido rojo empezó a bañarme hasta que vi mi mano derecha destrozada. Grité y corrí horrorizado pidiendo ayuda, mi familia salió de inmediato al escucharme pero se asustaron viendo la hemorragia. Mi papá tomó un pañuelo, lo enredó en mi muñeca y me llevó al hospital.

Los médicos del lugar me recostaron en una camilla y con cuidado extendieron mi brazo. Trajeron gasas, alcohol, vendas y un recipiente que lo colocaron en el suelo. Retiraron el pañuelo ensangrentado pero parecía que también me arrancaban la mano. Despacio colocaron el antiséptico en el corte, no pude soportar el dolor y traté de retirar el brazo pero todos en la sala lo impidieron. El procedimiento se me hizo eterno, finalmente vendaron la herida y casi inconsciente fui trasladado a una habitación oscura.

Abrí los ojos, aún sin distinguir hasta que el dolor me atacó de nuevo pero esta vez traía consigo el temor de nunca poder recuperarme, temblé unos segundos mientras mis lágrimas descendían. El cansancio y el miedo me hicieron dormir al instante. Al siguiente día las enfermeras con ayuda de mi padre me levantaron temprano, tomaron mi peso, tipo sanguíneo, etc. No entendía hasta que el doctor explicó que mi corte había sido profundo y mis tendones llevaron la peor parte, estaban rotos, era necesaria una cirugía (sin riesgo) que llevaría su tiempo.

Ingresé al quirófano en la tarde para luego despertar en la noche conectado a un suero y con mi brazo derecho cubierto de varias vendas protegiendo la lesión cosida. Estaba aturdido, agotado, todo me daba vueltas, solo quise seguir durmiendo. Al paso de unas horas cuando estuve mejor mi papá me contó que todo había salido bien y me recuperaría. Me alegró la noticia pero pasaría tiempo internado. Fue un mes difícil, cada día batallaba con una sola mano y no solo eso, escuchar cada momento a los enfermos (algunos graves) pasar frente a mi habitación, helaba la sangre. 

Cuando me dieron el alta festejé conmigo mismo pero en casa empezaba otra guerra, tuve que aprender a ser zurdo desde escribir hasta comer y a veces no podía realizar cosas aún mas sencillas, eso me frustraba, solo quería sanar. Cuando pasó otro mes acudí al doctor responsable de mi cirugía que revisó mi mano y al cerciorarse que todo estaba bien me quitó los puntos de mi herida y la enyesó. Sentí un gran alivio al decirme que mi mano iba por buen camino y que solo tenía que cuidarla. Me envió a realizar ejercicios y luego de casi doscientos días logré recuperarme por completo.

Si hoy alguien tomara mi mano y viera aquella cicatriz transversal que tengo en la parte inferior de mi muñeca tal vez interpretaría muchas cosas, pero lo cierto es que cada vez que yo la veo me hace recordar lo que atravesé, cada día de lucha o la desesperación que viví para recuperarme aunque fue difícil también puedo decir que esa experiencia me hizo más fuerte, aprendiendo así a cuidarme y valorar lo que me rodea porque sin pensarlo todo puede cambiar en un instante.

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