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Reto 11. “Luz en la oscuridad”

Argumento: Kat vive en negación de su vida, transcurren los días sin motivación y diario piensa una forma de desaparecer para siempre de la faz de la Tierra. Un día inesperadamente se accidenta, está a en riesgo de muerte y gracias a los esfuerzos de su cuerpo y del personal médico, se verá en esta encrucijada: sobrevivir o morir, he ahí el dilema.

 

Trama:

1.Mala perspectiva. Kat empieza su día con un enfoque negativo.

2.La Reyna de las apariencias. Sonríe por inercia, sus compañeros piensan que tiene una vida perfecta.

3.Heridas del alma. Enajenada de la realidad, piensa en las heridas que se infringe para mitigar su dolor emocional.

4.A toda velocidad. Después de otro cansado día, al dirigirse a casa de accidenta.

5.Tratamiento de emergencia. Debe recibir una intervención quirúrgica para salvar la vida.

6.Encrucijada. Sobrevivir o morir, he ahí el dilema.

7.Un reencuentro feliz. Al despertar de la intervención, ve a sus padres aliviados de su supervivencia.

8.Nueva perspectiva. Tras ser tratada por un psiquiatra, entiende que no hay peor lucha que la que no se hace.

 

Desarrollo:

 

“Luz en la oscuridad”

Tenía 16 años, mi paso por la adolescencia había sido malo. Gracias al estatus de mi padre había tenido que vivir rodeada de apariencias, cámaras, eventos sociales y amistades falsas. Cada mañana la rutina era la misma, levantase de la cama, jalar mi lastre de vida y hacer como si no pasara nada. Al mirarme en el espejo despreciaba mi cuerpo escuálido, mis hombros caídos y mis ojeras sin remedio. No debía desayunar pues debía cuidar mi figura si no quería lucir gorda en el siguiente encuentro de la pseudo aristocracia. Tomé las llaves del auto, mi mayor deseo era que alguien hubiera cometido un acto de terrorismo hacia mi familia, entonces todo habría terminado.

Del estacionamiento al aula todos me miraban desfilar y yo sonreía por inercia, caminando erecta, aunque el corazón me pesara, “la hija del senador y su vida perfecta” mis compañeros envidiaban mi infierno que a sus ojos era la felicidad soñada.

Durante los periodos escolares, miraba por los ventanales, ajena a las instrucciones de mis profesores, volaba adolorida con las hojas que se desprendían de los árboles. Sentía punzadas en mi anatomía y solo yo sabía lo que ocultaba. Innumerables noches anteriores desnudaba mi alma y me infringía heridas en el cuerpo para mitigar el hambre, mi soledad y la ridícula vida que no se acababa.

A la hora de la salida los estudiantes corrían en grupo. Si hubiera tenido amigos sinceros, los habría llevado en el carro a casa. Puse el motor en marcha. A pesar de ser otoño el sol era fuerte, el tráfico era disperso y subí la velocidad, quería sentir el viento… sin embargo, ochenta kilómetros por hora, una curva cerrada en el paso de desnivel y mi falta de precaución me hicieron volar. Salí proyectada por el parabrisas, estaba en el suelo, no sentía nada, escuchaba mucho, pero no entendía nada. Cerré los ojos. Cuando los abrí de nuevo estaba siendo trasladada y escuché a los paramédicos diciendo que tenía una hemorragia, que mi presión estaba baja y mis latidos aumentaban, que debían reponer líquidos urgentemente o me perderían, sentí que mi cuerpo sin mi permiso, temblaba.

Hubo una luz cegadora, pensé que había muerto, sentía alivio y a la vez remordimiento, pues si bien mi vida era patética no había tenido tiempo de dejar una nota de despedida. Pensé en mi madre, se me oprimió el corazón, deseé que superara pronto mi muerte. De pronto me vi en un pensamiento siendo mayor, de la mano de un hombre y con un bebé en brazos, ¡qué lástima que no podría llegar hasta ahí! ¡Quise vivir! Mis lágrimas empezaron a fluir, de pronto escuché mis sollozos, me dolía el cuerpo, pero no me podía mover. Reaccioné, el doctor estaba a mi lado, echando una luz blanca en mis ojos, diciendo que la intervención había sido un éxito. Giré los ojos, mi familia estaba ahí, alcancé a ver el llanto de alivio de mis padres y por primera vez en mucho tiempo fui feliz.

Después de unos meses de tratamiento en psiquiatría, vislumbré una nueva perspectiva. Aprendí a afrontar mis temores internos. Me hicieron ver que la depresión es un mecanismo enfermizo que trata de fastidiarte, de cansarte y derrotarte, pero al final de cuentas gracias al tratamiento aprendí que no hay peor lucha que la que no se hace. Y vivo mi segunda oportunidad pensando que siempre habrá para mí luz en la oscuridad.

Katia Mava

 

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