Argumento
Como unas anheladas vacaciones navideñas en un centro comercial se convierten de improviso en una terrorífica experiencia llena de sensaciones corporales angustiantes y desconocidas.
Trama
1. Estrés por exceso de trabajo: Meses de trabajo agobiante y horarios inhumanos
2. Llegada de Vacaciones: 15 de diciembre, el día más esperado del año
3. Visita al centro comercial: Aprovechar el primer día de vacaciones para compras navideñas
4. Síntomas extraños: Nauseas, adormecimiento de extremidades, temblores, escalofríos, ahogamiento, taquicardia, opresión en el pecho, llanto desconsolado.
5. Aparición de un ángel: Atención de un paramédico
6. Primer paseo en ambulancia: Salida del centro comercial al hospital
7. Diagnóstico: Ataques Pánico
8. Recuperación: Terapias de relajación, ejercicio, autocontrol
Soy contadora, pésima elección, mi carga de trabajo tiene su punto más alto a inicios del mes de octubre, donde luego del cierre fiscal, aumenta exponencialmente, días de jornadas de 16 horas, los fines de semana desaparecen del calendario, las montañas de papeles y números acompañando cada momento , sentada en una vieja silla de oficina sin más ventana que la pantalla de mi computadora, todos los años es la misma historia, pero hubo uno que fue diferente porque dio inicio a una situación que ahora es muy común para mí.
El quince de diciembre es mi día favorito del año, después de tanto trabajo, pongo un candado gigante en mi oficina, desconecto teléfonos y me dispongo a disfrutar de los aires navideños que circulan en las calles.
Es época de compras, con mucha ilusión decidí ir a un centro comercial con una lista de nombres y opciones, era un día soleado de verano, una brisa sacude mi cabello y casi levanta la falda de mi vestido amarillo, me siento feliz, relajada al fin, sin preocupaciones ni pendientes.
Es hora de un almuerzo, el primero tranquilo en mucho tiempo, pero una hamburguesa y unas papas fritas después me dirigí al baño porque sentía nauseas, imagine que fue que comí con muchas ganas, como vomitar está en mi lista como la numero uno de las cosas que más odio, me senté en el piso, apoyada en una pared esperando que esa sensación pase, pero no ocurrió, al contrario, de pronto mis piernas empezaron a moverse, no podía detenerlas, saltaban como si tuvieran vida propia, mis dientes tiritaban y sentía muchísimo frio, mis manos y mi lengua se adormecieron, tenía mucho miedo, nunca me había sentido así, una opresión en mi pecho empezó a crecer, mi corazón latía a una velocidad insólita, sentía como mi garganta se cerraba, hasta no poder respirar, mi cuerpo estaba lleno de movimientos que no controlaba, las señales que enviaba mi cerebro me hacían creer que estaba muriendo.
Necesitaba aire, me llevan a prisa a una banca en el centro comercial, acostada ahí en medio de gente extraña y curiosa, preguntándome que me pasa, sintiéndome muy joven para morir.
En medio del caos apareció un ángel, que me auxilia y toma mis signos vitales, me tranquilizo diciendo que voy a estar bien, a lo lejos escuchaba murmullos y voces que no eran claras para mí.
El paramédico trato de ayudarme a respirar y llamo a una ambulancia, cuando llego me suben y trate de buscarlo con la mirada para agradecerle, pero no logre encontrarlo, se esfumo como por arte de magia, en mis mejores fantasías siempre he creído que era un ángel de verdad.
El trayecto del centro comercial al hospital fue corto, nunca había estado a una ambulancia, me pareció menos equipada que las de las películas, llegue y otro paseo nuevo para mí, el de silla de ruedas, en ese momento algunos de los síntomas eran menos intensos, pero estaba muy lejos de sentirme bien.
Algunos exámenes y pruebas después, recibí el diagnostico, se descartó cualquier enfermedad cardiaca o pulmonar grave, lo que tuve fue ataque de pánico, el doctor me explico que el estrés es una sustancia y que cuando los niveles son demasiado altos el cuerpo encuentra la manera de deshacerse de él, con cada movimiento liberaba un poquito, y así hasta que se deshizo de una gran parte, la sensación de angustia y la dificultad para respirar son parte del mismo proceso, un par de relajantes después estuve camino a casa.
Ahora sé que cada vez que mi termómetro de estrés se pone en rojo mi cuerpo colapsa, puedo pasar por dos o tres crisis fuertes al año, la diferencia con la primera vez es que aunque todavía siento que muero cada vez que me pasa, sé que no me voy a morir, trato de evitar que sucedan con ejercicio y técnicas de meditación, pero si suceden y sé que suena extraño he aprendido a disfrutarlas, porque después de que pasan y ya dejo de ver la luz al final del túnel, el nivel de relajación y bienestar es muy alto, es como una recarga de energía y paz. Cuenta en cero, empecemos a cargar de nuevo.
EL argumento no me dice nada. ¿Dónde pones la lupa? Trama y desarrollo muy bien.