En diciembre del 2019 estaba por terminar cuarto de secundaria, pero no imaginaba que estaba por terminar y comenzar a la vez el mejor año de mi vida.
Meses atrás había conocido a Jamilet, una chica sencilla, alta, de cuerpo delgado, de piel fresca y fragante (blanca), como la Gardenia.
Llegó el último día de clases, todos los salones coordinaban para ir algún lugar donde el alcohol y la diversión gobernaba.
Su salón y el mío coincidieron en ir a la playa : Quedamos en encontrarnos afuera de un supermercado cerca del colegio.
Llegué un poco tarde, ella estaba con una amiga y su grupo a una cuadra siguiente esperándonos, se acercó y me preguntó si debíamos ir con ellos o sólo nosotros dos. Me había leído la mente, era una buena idea, bastaba una sonrisa para que se despidiera de su amiga y disfrutar el atardecer a solas. Y eso fue lo que pasó.
Nos detuvimos en una bahía para que comprara su traje de baño, al llegar a la orilla me dijo que no sabía nadar pero le dije que yo sí. Tomé de su mano y la llevé a la profundidad del mar, tome su cintura, ella se relajo y flotó un poco, mientras cerraba los ojos yo la veía, veía su piel mezclarse con el mar. De pronto se atragantó un poco de agua. La saqué cargándola en mis brazos y la despoje suavemente en la arena.
Era muy tarde, nos agarró el atardecer, corrimos con una sonrisa dibujada en nuestro rostro. Cogimos el autobús de regreso; nos sentamos juntos, de pronto en la radio sonó una canción romántica del momento, Jamilet me abrazó y siguiendo la música pronunciamos. “Te amaré, te amaré”.
Entrando al primer mes del 2020 la llamé y decidimos vernos en un parque donde las aguas brotaban luces fosforescentes. Jamilet me estaba esperando frente al arroyo de agua, me acerqué y le dije: Quiero compartir mi vida contigo.
Fran Fernández
La redacción muy bien, pero no nos birndas mucho del marco temporal.
Mejorare más. Gracias por tu comentario Romina.
brindas (a eso me refiero con error de dedo)