Steven caminaba deprisa por las calles céntricas de su ciudad, aquella mañana de abril del dos mil dieciséis era más fría de lo habitual. Terminó las clases de su universidad e iba al encuentro con una amiga que no había visto desde hace tiempo. Contactarla se le había hecho sencillo, el internet y los teléfonos inteligentes facilitaban el trabajo, deslizar los dedos sobre una pantalla era suficiente para conversar con alguien.
Avanzó buscando atajos y sorteando vehículos pero se detuvo al llegar a una plazoleta, muchas personas con fundas plásticas en sus manos haciendo fila frente a un par de camiones llamaron su atención. Se desconcertó unos segundos hasta recordar. Días atrás su país había sido azotado por un potente sismo que dejó en ruinas una ciudad costera, las imágenes por redes sociales y televisión evidenciaron el drama que los sobrevivientes de esa zona vivían. El gobierno de aquel entonces dispuso el incremento de impuestos como medida económica tratando de frenar la crisis que había comenzado, por otro lado el resto de autoridades hicieron un llamado de solidaridad para ayudar a quienes lo habían perdido todo. Los habitantes de cada ciudad no dudaron un segundo y haciendo un admirable esfuerzo realizaron donaciones para sus compatriotas. Se vivía momentos de unión pero también momentos de temor e incertidumbre por las réplicas (producto del terremoto) que cada día se presentaban.
Miró la hora. Diez minutos tarde. Empezó a correr esperando que su amiga no se hubiera molestado o peor aún, no se hubiera marchado… pensó en muchas cosas entre esas proponerle a su cita que lo acompañara a realizar una donación, él también quería ayudar y estaba seguro que ella no se negaría.
Buena redacción, no olvides que el lector no sabe lo que no le dices.