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La Tragedia

Trama:

1.       EN LA IGLESIA CON MAMÁ

 

2.       PAPÁ NOS INVITA A ALMORZAR

 

3.       PASEAMOS POR EL PUEBLO

 

4.       FUERTE DOLOR DE CABEZA (CEFALEA MIGRAÑOSA)

 

5.       ACCIDENTE

 

6.       EN LA AMBULANCIA

 

7.       ESTADÍA EN EL HOSPITAL

 

8.       CIRUGÍAS DE MI HERMANA

 

9.       DE VUELTA A CASA

 

Relato

 

 Abro mis ojos, pero aún no logro ver bien. Solamente veo siluetas borrosas. Mis oídos no pueden escuchar nada. Me siento atolondrado.

Mis sentidos poco a poco se estabilizan. Lo primero que mis ojos buscan, desesperadamente, es a mi hermana. Estoy muy asustado. De reojo puedo ver que ella está tumbada en el maletero de la camioneta. Yo le hablo muy preocupado, pero no reacciona. Papá me mira, él desesperado, golpea la puerta del auto para abrirla. Está atorada por los estribos. Bajó y se dirige a la puerta trasera del auto. La ha abierto. Los vidrios se cuartearon. Han sonado fuerte al romperse. Vemos como la cabeza de mi hermana prácticamente parece estar desprendida del cuello. Aunque no hay sangre, sabemos que el daño es grave.

 Ella no puede sostener el peso de su cabeza, no puede moverse. Estoy muy asustado, mi hermana no está bien. Como puede, está pidiendo que no muevan su cuerpo. Papá lleva casi media hora sosteniendo su cabeza con la pierna, no puede apoyarse de nada…

La gente se acerca, todos están sorprendidos. Completamente asustados. Como yo. Nos brindan su ayuda. Han llamado a la ambulancia. El tiempo pasa tan lento. Mis lágrimas no son de dolor físico. Ella está grave.

La ambulancia llegó, los paramédicos la suben a una camilla, le han puesto un cuello ortopédico rígido. Sigue sin poder moverse, su cabeza no se sostiene por sí sola.

La bajan del auto para llevarla al hospital, también yo he sido atendido. Camino al hospital los sonidos de la sirena se escuchan muy alto. Aquí estamos los dos, mirando hacia el techo de la ambulancia. Todo se ve gris desde mi perspectiva. Mis lágrimas no dejan de fluir. Tengo mucho miedo. Los paramédicos intentan mantenernos despiertos.  Sin embargo, no es necesario. La sirena alerta nuestros sentidos. Ella está peleando por su vida. Lo siento desde adentro. Temo por ella. Sé que yo estoy bien.

La sirena, aunque alerta, a la vez siento que nos aleja de nuestros cuerpos. El temor ya se apoderó por completo de mi mente. Mi hermanita va muy grave. Yo estoy golpeado, pero no siento que sea para tanto.

Escucho a uno de ellos decir que hemos llegado, pero que tendrán que llevarnos a hospitales distintos, por cuestión de edades.

Mi madre, al enterarse de todo, ha llegado a darnos auxilio como puede, rápidamente. Le ha dicho a los paramédicos que se dirijan a un hospital en donde podamos estar ambos. Nos han traído al Hospital Chiriquí, un hospital no estatal.

Rápidamente las preocupaciones van en aumento. Los peligros mostrados en las radiografías de mi hermana, son inminentes. Tiene tres vértebras cervicales fracturadas. Se debe realizar un injerto, necesita un trasplante de vértebra cervical. Las opciones eran muy pocas.

 Mis padres han accedido a la complicada y seria cirugía que se le debe realizar a mi pobre hermanita. Mientras, yo estoy en una habitación del hospital. Sedado y con un hematoma inmenso en mi frente. El cuerpo golpeado y adolorido. Recordando lo ocurrido en el día. Pensando en esa desafortunada casualidad…

Por la mañana celebrábamos un sábado menos. A simple vista para otros, estábamos un sábado más en la iglesia. Juntas, mi madre y mi hermana, siendo mi mejor público; yo cantaría, algo que no pasaba muchas veces. Mi padre apareció después de mucho tiempo, cuestión realmente de un milagro. Esa mañana escuchó mi canción. Yo sentía mucho nerviosismo, mis manos temblaban, pero mi voz era firme. Abrí mis ojos y observé a quienes estaban esa mañana. Fijamente, desde el púlpito, miré a mi madre y junto a ella mi hermana.

Luego de escucharme, mi padre también se quedó al servicio de aquella mañana. Al terminar, él se acercó para hablarnos.  Sutilmente nos saludó. Sonrió y nos dio una mirada dulce. Recibimos un gran abrazo y nos invitó a almorzar en el pueblo de Boquete.

Nosotros dos fuimos a hablar con mamá. Mi hermana le comentó que habíamos sido invitados a almorzar por papá. Ella sonrió y llena de amor nos dijo que podíamos ir si queríamos.  Aceptamos y subimos a la camioneta para dirigirnos a nuestro día con papachongo, así lo llamábamos. Mami muy contenta nos despidió y nos dio su bendición de amor.

Llegamos al pueblo y luego de almorzar en un lugar llamado “La Casona Mexicana”, nos dirigimos en el auto con papá a visitar una cascada en Bajo Mono – Boquete. Estábamos muy felices. Pasar tiempo con él era algo que gozábamos. Siempre sabía sorprendernos y llevarnos a lugares maravillosos.

Al llegar a la cascada empecé a sentirme mal, pero no quería perder mi día por aquel dolor. Mis ánimos empezaron a disminuir, y pronto, ya no pude disimularlo más. El dolor de cabeza empeoró y ya no podía soportarlo. Yo era un niño que sufría de migrañas que resultaban muy angustiantes y terriblemente dolorosas. Desde temprana edad fui diagnosticado con cefalea migrañosa.

 Papá al verme tan mal decidió volver a la ciudad y camino al doctor, lo terrible ocurrió.

 Mi padre estaba preocupado, conducía rápidamente por la carretera, mientras yo iba recostado en las piernas de mi hermana. Las venas de mi cabeza palpitaban muy fuerte y rápido, cada palpitar era como el golpear de un martillo en mi cerebro…

Claro que estoy mal, pero sigo demasiado preocupado como para pensar en algo tan estúpido. Es mi hermana quien está grave.

Tumbado en la cama, recibo la visita de mi madre. Me ha comentado los procedimientos que deben realizarle a mi hermana. Me siento culpable… De no haber sido por mi dolor de cabeza nada de esto estaría ocurriendo.

Me he enterado que su cirugía tardará al menos once horas y que podría perder la voz, también la posibilidad de caminar. La operación será por la parte frontal de su cuello. ¡Qué noticia tan tremenda!

La hora de la cirugía ha llegado. El tiempo se siente eterno.

Mamá ha entrado a mi habitación, sé que ya debe haber terminado la cirugía. Por eso ha venido. Fueron las horas más tristes y angustiantes, mi hermana podía morir o terminar en una silla de ruedas.

Las enfermeras entran a mi cuarto y me quieren hacer dormir con medicamentos. Así ocurre. En horas aun de la madrugada, al despertar, mamá me avisa que pronto podría ir a ver a mi hermana en el cuarto de recuperación. La cirugía había sido exitosa.

Entro al cuarto y mis ojos otra vez se llenan de lágrimas, mi hermana está dormida. Beso sus manos y le digo que la amo, que fue mi ángel de la guarda en el accidente. Mi voz tiembla y así mismo mi cuerpo. Gracias a ella mi vida estaba fuera de peligro, pero estoy muy triste porque su acto de amor y valentía la ha puesto en esta grave situación.

Su recuperación de la primera cirugía fue exitosa y el injerto que fue hecho estaba siendo asimilado de forma correcta por su cuerpo. Luego de varios días una segunda operación se avecinaba, era hora de poner un aparato atornillado a su cráneo y amarrado a su pecho, con varillas que sostendrán el peso de su cabeza, resistido por la pechera.

Al salir del salón de operaciones pido permiso para verla. Esta vez, veo su cabeza con cuatro perforaciones y sangre saliendo de los huecos. Su cabeza ahora tiene cuatro tornillos que serán parte del aparato que sostendrá el peso de su cabeza para poder empezar a caminar y acondicionar su cuerpo.

Pasaron algunos días más y llegó la hora de poder ir a casa, yo ya estaba en perfectas condiciones, aunque muy triste. Pero al recibir a mi hermana en casa, la alegría volvió a mi cuerpo, mi alma regresó.

Fuimos a citas donde revisaban que ya pudiera sostener su cabeza sola. Poco a poco lo fue logrando.

Al finalizar el tercer mes de recuperación, el milagro se dio a conocer a cabalidad. Mi hermana podía caminar. Podía hablar con su hermosa voz, y sus vértebras estaban sanadas.

 

          Dhierich Jarwell

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romina
2 años desde

EL inicio muy bien, cuando regresas al presente hay un problema en ese nexo, falta un giro allí. No olvides corregir, quitar lo que “sobra”.