Entonces confirmamos la teoría: la de no pertenecer a su corazón, o la que ella no pertenecía al mío.
Me levanté del muro que está afuera de su casa en la que ambos estábamos sentados y caminé hacia adelante. Miré por un segundo atrás solo para asegurarme que estaba tomando la mejor decisión. Dudé.
Mi forma no encajaba con la suya; éramos diferentes y lo sabíamos desde el principio, pero como dos amantes desenfrenados lo quisimos intentar, dándole así la espalda a las señales de la vida, la cual se está encargando de hacernos pagar con creces nuestra rebeldía. Y entiendo que debamos pagar con dolor el nacimiento de un amor que no debió existir.
Si no fuéramos tan cobardes mandaríamos al carajo a todo. A este último pensamiento lo detuvo, cuando estaba a tres metros de distancia, el timbre de una voz de un corazón diferente al mío.
—¡Espera! —me gritó. Había caminado un metro aproximadamente para darme el alcance.
Di media vuelta. Sus ojos brillosos me confirmaban que el que estaba siendo cobarde era yo.
No importa tanta teoría cuando ambas personas se aman. Pensé mientras corrí por quien estaría dispuesto a luchar.