Cuenta una leyenda oriental que las personas destinadas a conocerse están conectadas por un hilo rojo invisible. Este hilo nunca desaparece y permanece constantemente atado a sus dedos, a pesar del tiempo y la distancia. El hilo se estirará hasta el infinito pero nunca se romperá. Su dueño es el destino.
Me preguntaba si eso era posible, si en alguna parte del mundo había alguien que había nacido especialmente para mí, una persona que me complementaría, esa persona que cruzaría ríos, mares y desiertos por estar a mi lado. Tal vez esa leyenda se equivocaba y no había nadie para mí. Pero entonces… Aquella mañana de marzo cuando la primavera caminaba pacientemente por las calles, te atravesaste en mi camino, me sonreíste y algo en mi cambió, te colaste por todos mis sentidos, te adueñaste por completo de mí, eras un extraño pero sentía que habías estado toda mi vida a mi lado. Sentia una conexión inimaginable, la seguridad de que a tu lado nada podría dañarme, que tus brazos serían el escudo que protegiera mi frágil corazón, que tu voz calmaría las tormentas que había en mi interior, sentí que serías quién traería la paz a mi mundo.
¿Era posible? ¿Finalmente tenía esa persona frente a mí? ¿Porqué esto se sentía tan extraño? Sin pensarlo mire mi dedo meñique y mis ojos te buscaron entre la marea de personas, ahí estabas al otro lado de la calle, nuestros ojos se conectaron, pude ver el universo en tus ojos, el café de tu mirada se convirtió en anestesia para mis males, volviste a sonreír y mi corazón latió aceleradamente, estaba ahí; en mi pecho pero ambos sabíamos que ya era tuyo, se sintió como si hubiera estado destinado, como si fuera el momento correcto, como cuando florece la primavera; sentí lo que todos describían como amor.
¿Una locura? Tal vez. Admitamos que el amor es una locura, pierdes la razón y quien guía el viaje es el corazón, te sientes en las nubes y vives tu cuento de hadas, había leído infinidad de veces sobre el amor, había vivido esas historias en mi mente que nunca imaginé que eso podría pasarme pero al verte, lo comprendí. Era mi turno, y algún día alguien leería mi historia de amor. Conocí a la persona al final de mi hilo rojo esa mañana de Marzo, cuando las flores comenzaban a florecer, con el paso lento de la primavera por las calles, cuando los arboles desnudos se vestían de verde, ese día nuestro amor floreció llenándolo todo de alegría, luz y color. La primavera no solo rodeo la ciudad también nuestros corazones.
No hay duda, tú eres esa persona. La magia sucedió gracias al hilo rojo que nos conecta.
– Selena