La brisa cálida envuelve mi piel, camino con tranquilidad, mis pasos son lentos, no hay prisa, nadie me acompaña, me siento mejor sola; porque a mí al frente hay una gran playa con aguas cristalinas, parecidas a un espejo donde puedo ver mi reflejo y el de los peces, su acompañante es una arena casi blanca como la nieve.
– ¡Esto parece un paraíso! – dije en voz alta, me acerqué a la orilla del mar, permitiendo que el agua fría moje mis pies. Cerré los ojos para pensar, pero no nada importaba; mi tranquilidad era mi prioridad.
Permanecí así unos minutos hasta que un pensamiento interrumpió mi descanso. Por mi cabeza pasaron diferentes imágenes de parejas felices. De pronto una idea vino a mi mente.
– Tantas parejas que hay en el mundo: ¡y todas terminan!, ¡tengo que escribir algo sobre esto, saldrá hermoso! – me di cuenta de que estaba hablando en voz alta. No le di importancia y decidí ir por mi mochila, saqué lápiz y mi cuaderno de escritos. Me dirigí a mi sombrilla, puse una manta sobre la arena y empecé:
Dime, ¿por qué tantos corazones rotos?,
que con sus gritos me derrumban el pecho, en una mañana de despecho.
¿Por qué los amores vienen y van?, ¿acaso nada va a durar?,
¿por qué después de un gran amor todo termina?, con tu partida me dejaste llorando como una niña.
En tus ojos vi la confianza, y me pagaste con la peor cara,
tu amor se volvió sucio y me pregunto si en algún momento fue puro.
¿Por qué tantos abandonos?, ¿tienes un hogar, y te dispones a dejarlo?,
la verdad ya he visto demasiado, lo que haces es insano.
¿Será que solo damos corazones sanos para luego dejar que los avenenen?,
si es así, ¿todos esos corazones permanecerán rotos?
Me gustaría saberlo, pero para un corazón roto supongo que no existe el contraveneno.
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Muy buen escrito amiga. Es muy interesante tu refexión y tu poesía y es hermoso como explayas en ella todo de ti. Eres muy buena escritora. Te felicito.