—Creo que ha llegado el momento. —Respiré profundo—. He esperado muchos años para alcanzar tus oídos y hoy pareces estar dispuesto.
—Precisamente hijo, son los años y la soledad. Aprendí mucho desde que empecé a escucharme.
—Entonces sin más preámbulo, hablaré. Deseo escuchar tus respuestas. Y responderé cualquier pregunta que tengas.
—Hijo mío, adelante —Suspiró—.
—Entiendo que te hayas divorciado de mi madre. Pero, ¿también implicaba divorciarte de tus hijos? Sé que fue difícil para ti. Sin embargo, ¿alguna vez pensaste en lo difícil que sería para dos niños vivir sin el apoyo de su padre? —tragué corto—. Crecimos sin ti y así no planeamos vivir. No quiero ser duro, tampoco quiero lastimarte. Ahora soy un adulto que al igual que tú, ha alcanzado muchas respuestas.
—Dhierich, hijo mío. —Sus labios tiemblan—. Siempre supe que algún día me enfrentarías y que buscarías por ti mismo cada una de las respuestas a las incógnitas que dejé. Bien lo has dicho, tampoco para mí fue fácil. Y sí, me alejé. Se debió a que no me perdonaba tal estupidez. Te has hecho maduro. Te has vuelto responsable. Poco a poco te volviste fuerte, de espíritu indomable. Cuando me fui de casa y el divorcio se hizo irreversible, aún era muy inmaduro a pesar de ser un adulto. Me cegué y creí que hacía pagar mis rabias a tu madre, sin darme cuenta que el mayor daño lo recibían ustedes.
—Bueno papá, tal vez al principio y durante muchos años te juzgué, más hoy, no puedo hacerlo. Crecí y tuve una relación en donde por parecerme tanto a ti, se hizo caótica. Ahora puedo comprenderte. —Miré al cielo—. Como hombre adulto y con responsabilidades, puedo decirte que espero una mujer que esté más para apoyar que para juzgar. Tuve una experiencia en donde me fue mal.
Sé que eso te hizo falta, pero no porque mi madre no te amara. Ambos fallaron, los dos necesitaron el apoyo de personas que de verdad se preocuparan. No solamente por una de las partes. —Miro fijo a sus ojos—. Puedo decirte que tengo padres excepcionales. Tú eres un genio, mi madre también. Ambos dieron lo mejor de sí, aunque la vida les tenía historias continuas, en capítulos diferentes. Ustedes son la esencia qué hay en mí, por eso estoy seguro que, aunque todo en su mitad se mostró triste, el inicio fue magistral y el final será mejor que eso.
—Querido hijo. Mencionas un final mejor que magistral. —Toca mi hombro—. Estos últimos meses, luego del reencuentro, sé que merecen mi cambio. Son mi mayor bendición. De mis errores aprendí a golpes, pero regresé a ser tu padre, el de siempre, ¡TU HÉROE!
—Mi corazón tiene parte esencial y exacta de ti. Volviste a mí, tú que eres y fuiste mi héroe. Acompáñame a caminar esta vida, porque tú eres y serás por siempre mi padre.
Vi correr lágrimas por sus mejillas. Pero, en su rostro, se notaba un resplandor de paz. El rencor se fue, lo malo acabó.
-Dhierich Jarwell
Muy bien, revisa las acotaciones, que realmente nos aporten elementos sensoriales, descriptivos, que den más fuerza al diálogo.
Ese papá tuyo se sacó la lotería contigo.