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Reto 19: Caos Calmo

Las tempestades de abril tienen una belleza escondida; no sé si será la danza de los árboles, los relámpagos, el viento fuerte, o las nubes blanquecinas con matices de dorado debido a luz del sol, la lluvia repentina de cinco minutos, el aroma que desprende la tierra después de ella. Yo lo llamo el caos calmo o oximorón cada vez que observo un evento de tal tipo, no puedo hacer otra cosa que pensar en Dios. Son momentos especiales, únicos. Respiro profundo, dejo que mis pulmones se llenen de las fragancias de aquella lluvia de abril. El viento me despeina, pero no importa, me gusta, lo siento como una caricia…

—¡Karen!

Escucho una voz que interrumpe mi momento único. Regreso a la realidad, mi entorno es la explanada de un parqueo, hay carpas por doquier, en cada de una de ellas hay pacientes que luchan contra un enemigo invisible. Estoy en un hospital de guerra.  La voz es de Casey un colega, se acerca un poco aturdido y me dice:

—Necesitan un traductor en el pabellón tres ¿Puedes ir por favor?

—Sí claro, voy enseguida.

Me apresuro hacia el lugar indicado. La lluvia ha cesado, dejando un viento frío que envuelve el entorno. Entro en el pabellón y noto una aglomeración que a simple vista no logro entender, hay algunos rostros conocidos que se acercan a una de las camas donde yace un paciente, que hasta hace media hora atrás estaba muy bien y daba señales de mejoría, después de veinte días de lucha contra el coronavirus.

Su rostro es pálido, cadavérico, con matices azules, no entiendo lo que está pasando, pregunto a uno de mis colegas.

 —¿Pat, qué sucede?

—Creo que está muriendo—dice con tono muy triste.

—¡Pero si hasta hace pocas horas estaba muy bien! 

—Lo sé, pero ha tenido una embolía pulmonar, no creo que logre sobrevivir. 

Entran en la habitación dos enfermeras más y un médico. Lo toman de la mano y empiezan a entonar las notas de un cántico muy famoso “How Great is our God” me uno al coro, una paz indescribible empieza a llenar la habitación, la atmósfera que debería ser triste, llena de angustia, se transforma en un concierto de personas que a capella cantan en la cara de la muerte y se burlan de ella. No hay angustia, ni tristeza, la linea entre esta vida y la eternidad empiezan a ser tan tangibles, tan poderosas, que sientes que te absorben, puedo literalmente sentir, que hay algo más allá… que no son filosofías, ni creencias, ni culturas. Jamás he puesto la existencia de Dios en tela de duda. Nunca. Y en ese preciso momento, estando entre el pequeño espacio entre este mundo y el otro, ver el paso de una persona en ese viaje, me cautiva, me aturde, es un caos calmo, así como la lluvia de abril…

El viaje en este mundo termina. Las enfermeras lloran, otros agachan la cabeza, una de las doctoras exclama.

—¡Ahora está con Jesús! Es la eternidad lo que cuenta y realmente importa.

Su voz es una mezcla  de alegría y melancolía al mismo tiempo. Un caos calmo…

Yo asiento y le digo.

—Sí, Dr. J… tiene razón, como dice el salmo “¿A quién tengo en los cielos sino a tí? Y fuera de tí, nada más deseo en esta tierra.”

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Jesús v.
Jesús v.
3 años desde

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